La víctima

Carmen
La madre de María, la señora Petra, le advirtió desde el principio sobre aquel animal. Pero ella misma, la señora Petra, le recordaba cada día a su hija María que la niña necesitaría de un padre. La niña, Clara, todavía no había nacido, y el padre era aquel animal. El noviazgo iba de mal en peor. Era muy duro para María, pero Clara necesitaba de un padre. Cada vez que salían, ella volvía con la cara marcada. Está nervioso, se decía María, no termina de aceptar mi embarazo, cuando nazca la niña todo será diferente y Clara tendrá padre.
–No salgas con ese animal, el día de mañana será peor –decía la señora Petra.
Pero a la señora Petra no le hacían moratones los puñetazos, como a María, y muy pronto repetía a su hija que la niña necesitaba de un padre. Ahora María vive ya completamente aturdida. La noche se viene encima y espera al marido temblando. Él llegará otra vez borracho y María recibirá su enésima paliza. María ya no sabe pensar. Sólo delira. ¿Qué hago? Todavía le quiero, no puedo dejar que mi hija se quede sin padre. Si me separo, ¿dónde voy yo? Si pido el divorcio quizá me mate y pierda más, pero esto no es vida. ¿Y qué será de mi hija sin padre? No me puedo quejar, siendo puta estaría peor. Si al fin, cuanto más me pega más le quiero. ¿Tiene derecho a darme este trato? Me iré a casa de mi madre y pondremos la denuncia juntas.
–Pero señora Petra –dijo el policía–, si esta será la duodécima denuncia, si es su hija la que vuelve con su marido cada vez. Tiene usted que convencerla en firme y de verdad para que pida el divorcio.
–Pero la niña necesita de un padre –protesta la abuela Petra, también por enésima vez.

No hay comentarios: