Sentada del 25 de septiembre de 2008
MUJER
Iñaki
La mujer
camina por el bulevar, el sol aprieta,
la silueta de los árboles se dibuja en las losas,
a su sombra camina la mujer,
una mujer que ya se aleja
y me ha abrazado,
una mujer que ha abrazado el sol
y abrazado la noche
y me ha abrazado.
Se sentó a mi lado y
me llamó por mi nombre,
–¿pero cómo lo sabes?,
y pregunté por el suyo,
–Si te digo mi nombre termina tu sueño,
contesta,
y la mujer se aleja por el bulevar
y las estrellas
continúan ahora hablándome de ella.
EL MIEDO
Rosa y adredista 0
Lo primer que me preguntó la periodista fue si era verdad que había matado a mi padre, o si encubría a alguien. Y yo le contesté con otra pregunta, que para qué quería saberlo. Me ofrecía una entrevista en la tele para explicarme. Y le interesaba sobre todo, me dijo, cómo había sido. Más que mis razones o los móviles, quería que contase mis sensaciones de antes, durante y después del asesinato. Porque es verdad que yo he asesinado a mi padre, eso los sabía yo y lo sabía mi madre. Y si lo sabía el juez era porque yo se lo había dicho. Nunca pensé sin embargo que pudiesen interesar a otras personas los detalles de algo tan singular como un crimen. Porque la vida no son estas originalidades, sino lo que queda entre una y otra, el camino que nos lleva a las crisis. Esas grandes distancias del tiempo hacen los buenos reportajes. Por ejemplo, mi vida en la cárcel sería una buena peli, que se mueven muy lentos los relojes aquí dentro. Saldría una de versión original. Y además, que los castigos siempre tuvieron naturaleza de espectáculo y vocación de masas. Se lo dije a la periodista, pero ella lo tenía muy claro. Me explicó que a su cadena y a sus anunciantes lo que les interesaban eran los criminales y sus crímenes, pero no los castigos que sufrían. Decía que los castigos no vendían coches blindados o sistemas antirrobos o cajas de seguridad y otros etcéteras. O sea, pregunté yo, que los criminales somos más rentables como criminales que como reos. Y ella dijo: Efectivamente, lo has captado, un reo no vende más que camisetas, si acaso, pero un crimen lo que vende es seguridad, que es lo más caro. Ahora era cuando entendía de verdad lo que me proponía y le contesté que no, que no habría entrevista. Y se lo expliqué un poco: "Lo que más me angustia de esta sociedad es el miedo que genera y sobre el cual se organiza. Yo maté a mi padre para no volver a tener miedo, no para vender guardas jurados".
CONFLICTOS
MaryMar y adredista 0
Se llama Josefina y es una madre muy exigente, sobre todo conmigo. Criar a cuatro hijos y ser justa yo sé que es difícil, pero si no eres flexible lo haces todavía más difícil. Josefina, por ejemplo, tiene la mano muy larga y no siempre aplica la alpargata al culo más culpable. El hermano mayor consuela a los peques cuando les pegó su madre. Pero servirá de poco su consuelo si la madre se ha equivocado con el castigo, porque la injusticia de una madre se olvida mal. ¿Y qué ocurre? Que cuando Josefina descubre su error, cuando descubre que cascó al hijo inocente, como es muy inflexible, tampoco sabe perdonarse su propia equivocación. Se pone de mal humor y la casa es todo menos la paz familiar. Su mal humor lo terminamos pagando los demás, desde el marido al más pequeño. La mano de Josefina, mi madre, cayó sobre mí en la adolescencia. Los hermanos se enfadaban cuando ella me compraba cosas a mí y no a ellos. Su solución era no comprarme nada, y entonces la que me enfadaba era yo. Porque una madre que no da caprichos a su hija yo creo que no es una buena madre. Aunque una hija que exige que su madre haga una excepción con ella a lo mejor tampoco es una buena hija y, sobre todo, una buena hermana. En fin, conflictos, pero conflictos que no explican el mal en el mundo o las guerras.
CON TINTA-SANGRE DEL CORAZÓN
Laura y adredista 6
Querida Laura,
Te escribo, ahora que todo es irremediable, pues sé que sientes que te engañé de forma deliberada. Me avergüenza pensar que te prometí algo —sin decir una palabra— que no podía darte.
Me justificaba pensando que no sólo yo por mi caso particular, sino medio mundo, ha callado siempre con respecto a la no tragedia de la decadencia masculina.
Mi accidente (dicen que fue una enfermedad, pero yo prefiero imaginarme en medio de osadías para deslumbrarte) me hizo anciano de la cintura para abajo, pero todavía mi mente y mi estómago te buscan como chiquillos. ¿Te gustará oír que también mi corazón?
Preferí no pensar que, como todos los hombres a los que se les pegan los momentos con los años (aunque no hubiera habido otra cosa) tampoco haría ya cabriolas como las que nos permitieron reír de cuanta cosa. Me decía que bastaría el brillo de tus ojos, el sonido de tu risa, la música, o las puestas de sol.
Será la cursilería, pero nada soy sin ti.
Te quiere siempre
Plutarco
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