Asistente sexual 2

HeavyMetal
Voy a luchar por esta chica. Ella no me engaña.
No podremos llegar a nada, ¡y qué! Por lo menos es sincera y no abusa.
La psicóloga no está conforme con mis escapadas a Montera, que vaya allí y que les dé dinero a las chicas.
Me dice: “Pagar por una paja, vaya tontería”. A mí me corta ese comentario.
Pero la chica no me hace sólo una paja. También me besa en la boca, por ejemplo.
Para ella no significa nada, pero para mí es la sensación de que hay alguien en el mundo que me hace caso.
Salgo de la habitación más feliz que entro, significa todo para mí poder pasar un rato con una mujer.
Después me siento un poco derrotado. Si no tuviera que pagar por un polvo sería la hostia.
Pero me dejo mucha pasta.
Me pide cincuenta euros. En realidad se los pago muy a gusto.
Tiran más dos tetas que mi silla de ruedas. Y ella siempre me saca algo más de los cincuenta. No me importa.
Me atiza cada beso en la boca, es la hostia, veo el cielo abierto.
Sus compañeras tienen envidia, ella me lo dice: “Eres un cliente fijo y te portas bien”.
Se lo dije al colega el jueves 7, y me aconsejó que escribiera de mi experiencia con las diosas de Montera, para el blog, mis anécdotas con las diosas.
Se llama María Laura la chica de la que estoy hablando. Siempre que me ve, me dice: –¿Traes dinero? –Cincuenta euros.
Habitualmente llevo más de cincuenta.
Si esto sale en el blog, todos me conoceréis mejor.
María Laura es como una madre. Se le bajan las bragas al verme subir con la silla desde Sol, se alegra mucho al verme.
Yo le repito: Te quiero mucho, amiga María Laura. Pero ella me pega cada corte:
–Nada de novios, Gabriel, solo amigos.
Mira que lo he hecho algunas otras veces, con otras chicas. Nunca nadie me dejó tan relajado como ella.
Le pedí permiso para follar con otras chicas. ¡Para qué se lo dije! Por poco me tira por las escaleras: –Tú follas conmigo, cabrón, que no me entere que buscas a otra.
El tercer día que me subió, me dijo:
–Tenemos que hablar.
En la habitación me pidió dinero. La verdad es que esta situación me incomodó y ya no pude correrme en todo el rato.
Me dijo que tenía una hija en su país y que ahora tenía que pagar el comienzo de curso y que no tenía dinero suficiente.
Yo sé que ella me hace el amor por dinero. Ya me gustaría a mí que no fuese así.
Al día siguiente le llevé ciento cincuenta euros y me dijo:
–¿Subimos?
–No, hoy no tengo ganas.
¿Me he dejado engañar? Yo creo que no, yo creo que sus polvos valen más de lo que me cobra.
Me da más de lo que yo le doy.

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