Siguió mintiendo

Laura y adredista 1
Casi sin darse cuenta Matilde, niña traviesa, comenzó a mentir. Mentía en su propia casa a sus hermanos, mentía a sus vecinos con los que jugaba a menudo en la calle, y mentía hasta a sus queridas muñecas cuando les contaba cuentos. Siguió mintiendo cuando era joven. Sus mentiras crecían con ella, en número y en importancia. Hubo momentos en que las propias mentiras le asustaban por sus posibles consecuencias. Sobre todas, se gravó en su memoria el día que contó a sus amigas cómo se lo había pasado con un joven apuesto, con el que todas ellas estaban deseando salir. Les dijo que se habían comprometido a verse a menudo, y que una vez por semana irían al cine. Incluso describió con detalles la excursión que planearon juntos. Se emocionó tanto contándolo y creyendo su propia fantasía que no se percató en qué momento el chaval se incorporó al grupo. Al descubrirlo, se puso roja de vergüenza1, no sabía salir del atolladero en que estaba metida. Sus amigos, una vez más, se dieron cuenta de la mentira que les estaba contando. Por fuera, su cara lo decía todo; por dentro, se avergonzó de ser como era. Pero no valió para nada, Matilde siguió mintiendo.
1(Aquí, la autora estuvo a punto de interrumpir su relato: " ¡Qué mala soy! –exclamó– Me estoy creyendo mi propia mentira")

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