Amarillo Limón

Conchi
De entre los cuidadores buenos, hay una chica que me cae especialmente bien y que yo llamo Amarillo Limón, todos sabemos por qué. Es andaluza, con lo cual me cae todavía mejor. Para ella yo no soy la Gorda, que es como me llama la mayoría del gremio. Soy Conchi, la hermosa. En realidad, hermosa se lo dice a todas, pero yo no soy celosa. Cuando ella me despierta con sus “buenos días”, se me instala la sonrisa de oreja a oreja para todo el día. –Vamos dormilona, que te vamos a lavar ese cuerpo hermoso. En sus manos, la grúa ya no es ese artefacto terrorífico que me muele el cuerpo y me acerca al abismo cuando lo manejan otras personas. Con ella no me da miedo ir de la cama a la bañera o a la silla. Lo mismo da que me toque baño o que me laven en la cama. Amarillo Limón todo lo hace bien. Yo suelo estar siempre muy rígida y todos los cuidadores se quejan de que no colaboro. En realidad es porque tengo miedo de que me tiren de la cama o de la bañera. De hecho, ya me caí una vez, aunque aquel día estaba en manos de una cuidadora también muy maja que estaba sola. Fue un accidente, la barandilla no estaba bien anclada. Con Amarillo Limón nunca tengo miedo y mi rigidez es menor. Ella, desde luego, no se queja nunca. La esponja en sus manos frota mi piel como si fuera mi propia mano quien lo hiciera, me produce paz, es como la caricia del agua del río. En mi adolescencia yo me bañaba en la Pedriza y recuerdo la sensación. Pues Amarillo Limón es como el río Manzanares en su nacimiento.
Me levanta, nos vamos a desayunar, y nos vemos con frecuencia a lo largo de su turno de trabajo. Yo paso la mañana, los días que sé que ella está trabajando, como si estuviera en el paraíso. Es de las pocas cuidadoras que saben hacerte la vida más agradable. No quiero que me falte nunca, yo creo que nunca la olvidaré en todos los días de mi vida. Ella dice que su trabajo es fácil, pero la realidad es que nadie sabe hacerlo mejor que Amarillo Limón.

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