Bromas

MaryMar y adredista 7
En esta residencia, en Leganés, tengo muchos amigos y amigas. Un día a la semana hacemos un Taller de Escritura Creativa. Viene un monitor, nos propone un tema y nos dice que escribamos sobre él. Nos ayudan varios voluntarios. A este taller vamos muchos residentes. Hay algunos que escriben muy bien y además son muy bromistas. Un día pensé en gastar una broma a una de ellas, Conchi. Me dirigí a una tienda de artículos de broma. Había de todo: mierdas de plástico, matasuegras, cucarachas y otros bichos repugnantes. Escogí una cucaracha, pues me pareció lo más apropiado. La guardé en el bolso y esperé el momento oportuno. Cuando llegó el día del taller, la escondí dentro del cuaderno de escritura de Conchi. Íbamos a comenzar a escribir, ella abrió el cuaderno y le saltó la asquerosa cucaracha encima. Entonces Conchi se puso a gritar como una descosida y salió corriendo, o sea, en la silla eléctrica. Al pasar junto a Carmen Soria, la atropelló y cayeron ambas al suelo, arrastrando a la vez a Pepe Lillo. En un pispás estábamos todos volteados, unos encima de otros, y con las sillas machacando nuestros huesos. Se armó la de diosescristo y el monitor, Andrés, pidió ayuda a los que habían quedado en pie para deshacer el entuerto. Que costó lo suyo. Todos habían tomado nota y se juramentaron para devolverme la jugarreta. Buscaron una sala e hicieron una reunión secreta para organizar la bromita. Yo lo supe demasiado tarde. Cuando llegó el día de mi cumpleaños, el cinco de noviembre, me dijeron, muy amables, que tenían un regalo para mí. Me llevé una gran alegría. Cogí el regalo, lo desenvolví y apareció una caja de madera muy bonita. Tenía una cerradura con su llave. Inocente de mí, cogí la llave y abrí el candado. Saltó un resorte que empujaba la cabeza de un payaso que me dio en las narices. Menos mal que mis preciosas gafas no sufrieron daño. Y todos ellos se meaban de la risa. Pero esto no se quedará así, el que ríe el último ríe mejor. Ya os contaré.

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