Sentada del 5 de noviembre de 2009

BAILANDO CON GUIOMAR
HeavyMetal
Mi amiga Guiomar ya está en Madrid, qué alegría, la que me enseñó a bailar.
Entre comillas, me enseñó Marian, y a Guiomar la había enseñado antes, pues Marian es la profe y es muy buena.
Yo subía al Rigoberta Menchú, a las clases de Marian, y Marian bailaba conmigo.
Pero eso era al principio. Luego fue Guiomar la que me cogió de su mano, por la cintura. Y yo formaba parte de grupo de baile.
Cómo la eché de menos este año que no estuvo en Madrid.
Hoy, día 2 de octubre, se me ocurrió preguntarle a Isabel por ella. Y qué sorpresa, ya está aquí Guiomar.
Inmediatamente le puse un correo, alegrándome.
Joder, mi amiga Guío ya está aquí. Sin ella es que yo tenia muchos grillos en la cabeza.
Supongo que no habrá venido su hermana Jara, que se fue a no sé dónde.
A partir de este momento soy otro hombre. Has llevado muy mala vida, tú.
Qué afortunado me siento, resulta que he sido yo como un maestro para Guiomar.
Ahora Guío baila en una compañía con diversos funcionales y me ha dicho que todo lo que sabe de diversidad y de baile con diversos se lo he enseñado yo.
Me lo ha confesado. Se llama Guiomar y ha vuelto de estudiar baile en Londres.
Con el ballet de Marian hicimos un video, durante una representación. Y Guiomar me ha dicho que les enseñó a todos sus compañeros bailarines de Londres la grabación.
Sus colegas se quedaron maravillados.
Ahora, mi amiga está en una compañía de ballet y baila con diversos. Se va de gira a Italia.
Es muy guapa. La niña hacia maravillas conmigo encima del escenario. Es todo un honor lo que has hecho con la niña.
No pensaba que iba a llegar tan lejos. Yo bailaba con ella, yo que sé, como diversión.
Desde que se marchó, no bailo, qué putada. Este fin de semana vuelven las clases de Marian. Le voy a pedir que me deje ir.
Esta noche llamo a casa de Guiomar, que me digan algo sobre ella sus padres. Cómo la echo de menos.
Fue una niña muy especial, fue y seguirá siendo. También ella me enseñó cosas.
El sábado subiré a ver a Marian y luego me iré a Madrid, a Montera, que como soy de Andújar, me voy por los cerros de Úbeda.
Pero yo sigo bailando mejor que nadie, preguntárselo a mi colega, que fue a verme en mi última actuación con Guiomar.
Pusimos al público de pie.
Le dije que me gustaría volver a bailar con ella.



MARÍA ESTÁ POR CARLOS
Conchi
María había venido al parque en busca de su madre, porque no tenía dinero. Sabía que la encontraría aquí, paseando. Había dejado el instituto entre clases. La encontró y le cogió cincuenta euros del bolso porque quería comprarse una falda vaquera muy cortita y muy mona que había visto en El Corte Inglés.
En ese momento vio a Carlos, que había perdido las llaves del coche y andaba dando vueltas por allí, por si las encontraba.
–¿Tienes miedo a pisar los boñigos de los perros? –le dijo María como saludo, pues miraba mucho al suelo y poco a ella.
–No te había visto. He perdido las llaves del coche.
–O sea, que ayer volviste a salir con Marisa. Vete a la mierda, tío.
María se había puesto rabiosa sin transición, había borrado su expresión risueña. La tal Marisa es una chica que está, como ella, por Carlos. María no la soporta, dice que es una chula.
–No estuve con Marisa. Estaba con Claudio tomando calimocho y perdí las llaves. He venido ahora a buscarlas porque hay luz y se ve.
–¡Si todavía estabas metiéndole mano a ese tío! ¡Si todavía eres un maricón! –a María no se le pasaba el cabreo.
–Paso de ti, tía, paso de ti, déjame en paz y vete con tu madre.
María tiene la sensación de que se ha pasado con su chico. En ese momento ve, entre la hierva pisada, un llavero familiar, tiene una estrella, es el que busca Carlos. Lo pisa y intenta reconciliarse con él.
–¿Alguna vez ha subido a tu coche Marisa? –pregunta ahora, no puede evitar los celos.
–Que paso de ti, tía, que me dejes en paz.
–¿Y si yo encuentro las llaves, me perdonas?
–Ojalá las encontrases.
Con disimulo, María las coge del suelo y se las ofrece a su chico.
–¿Son estas?
–¿Dónde estaban? –exclama el chico, contento.
–Aquí –dice María, señalando sus labios.
Carlos le da un beso a su churri y los dos vuelven contentos a clase, cogidos de la mano. A la puerta estaba Marisa, que se comía a Carlos con los ojos.
–¿Qué miras, babaleras? –suelta María– Pero qué tonta eres. Entérate, Carlos es mi chico –Y vuelve a besar a Carlos allí mismo.


LA PALABRA
José Luis
Con la palabra podemos comunicar lo que queremos, y se pueden escribir cosas buenas o malas novelas. Yo desde pequeño he llevado el gusanito de escribir. No sé si escribo bien o mal, lo que sí sé es que hago lo que puedo para que me salga lo mejor posible.
La palabra puede servir para hacer mucho daño al prójimo, pero también puede hacer lo contrario. Me gustaría vivir en un mundo sin hipocresía, y que todos tuviésemos el mismo derecho a ser felices, pero por desgracia no es así. Voy a poner un ejemplo. Esta noche me he masturbado y una cuidadora llamada Justina me regañó, cuando le llegó su turno. Yo me pregunto si ella no atravesará momentos de urgencia sexual en los que no tenga a mano a su pareja. Menos mal que Gena, la sicóloga de la residencia, me comprende. ¿Qué podrá tener Justina en su interior, que le resulta más sucio el semen que la mierda? Ni el semen ni la mierda son sucios... eso es como un juego de niños al lado de la hipocresía.
Hay personas que trabajan muy bien con la palabra, a mí me merecen una gran admiración. Yo tengo la desgracia de que no se me entiende cuando hablo y, por eso, no puedo usar la palabra que me gustaría cada vez, la más bonita. Tengo que escoger la palabra que mejor me entiendan. Cuando escribo es cuando disfruto de verdad con las palabras. Tengo que confesar que nunca pensé en escribir por mí mismo, por medio de un ordenador. Es una pasada para mí. Me paso mucho tiempo escribiendo, pero todavía me gustaría pasar más.

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