Perder el tiempo

Carmen
Es tan difícil atrapar el tiempo…
Hay un tiempo sencillo, el tiempo meteorológico, que es el tiempo de siempre, el tiempo estacional, el tiempo del hombre del tiempo –en realidad, el hombre del tiempo es ahora mujer. Pero a mí que me perdonen los agricultores y los estudiosos del cambio climático en Bali, yo prefiero el sol y el calor porque, a pesar de mi abultada tripita y mi gran culamen, el frío me paraliza. Y además, quién sabe si con tantas desaladoras aparatosas y tantas praderas para campos de golf no nos acabaremos fumando todo el vapor de nuestras sufridas nubes.
Otra dimensión del tiempo es el tiempo-medida de algo, el tiempo cronológico. ¿Qué miden los relojes? Si acaso, la prisa que nos damos para todo, la cantidad de cosas que hacemos los urbanitas de grandes ciudades para intentar que no se nos escape eso que también llamamos el tiempo.
A tal hora reunión de esto y aquello, lleguemos pronto al cine que se agotan las entradas…Ir siempre de aquí para allá, en metro o en autobús. Quién sabe si nuestras abuelas, llevando un cubo achatado y circular llamado balde sobre su sufrida cabeza, protegida sólo con una pequeña almohadilla redonda y con un equilibrio digno del mejor trapecista del mundo, y otro cubo más alargado y con asa en su mano derecha para lavar la ropa en el río o el lavadero municipal, no serian más felices que nosotros ahora con tanto ajetreo.
Pienso ahora también en el adolescente de Tanzania. del Congo, los chicos de esas tribus que son capaces de pasar varios días y noches cazando en la selva y durmiendo en el suelo para cumplir su rito de paso, su primera comunión, y entrar así en su tribu con todos los honores. Servidora en su lugar sería incapaz, me moriría de terror allí sola.
Otro tiempo muy diferente, y que podría ser agobiante es el que pasamos encerrados en un ascensor averiado. Este tiempo tampoco lo miden los relojes, sobre todo cuando te asaltan fobias y miedos irracionales y se hace infinito.
Otro angustioso tiempo es el que pasan los inmigrantes, primero, perdidos en el mar dentro de cayucos o pateras rumbo a un país que no saben ni donde está o tal vez a la muerte… y segundo, perdidos también al arribar, lleguen donde lleguen. Mucho se habla del antiterrorismo, de la euro orden y de todo esto, pero sin quitar razón a estas cosas, ¿quién protege a esta gente de un tiempo que los maldice? ¿No merecerían ellos también otra interpol o alguna cosa que los protegiera de sus explotadores?
¿Y qué decir del tiempo del jubilado que se aburre al sol? ¿O del mal estudiante, que dormita en clase, y que contrasta con el más trepidante del ejecutivo de ochenta reuniones al día?
Hay tantas formas de perder el tiempo…

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