Insatisfacción

Rafa
En una ocasión había estado en cama más de un año seguido, dieciocho meses para ser exactos. Aunque ese período tan largo parecía cosa pasada, se le estaban presentando unos episodios en los que gozaba de mucha libertad, pero lo que pasa es que sin poder andar, que esa mosca no se le iba de la oreja.
Y estaba tan harto de no poder moverse, que incluso empezaba a darles malas contestaciones a los compañeros de la Residencia, sin darse cuenta. Eso le robaba la tranquilidad, porque de todos era sabido que acostumbraba mostrar mucha paciencia. Pensaba: “¿Para qué, o para quién se han diseñado las cosas de este modo?”
Algo en el jardín que penetra ese ala de la Residencia lo distrajo: un par de mirlos, que no esperarían toda una eternidad a que su cría se decidiera a dar el salto del nido, hurgaban en la grama algo apetitoso, de seguro.
No supo en qué momento la hambruna a la que lo sometían le pareció tan opresiva, pero la insatisfacción de esos últimos días empezó a diluírsele, sin casi advertirlo tampoco, durante el tiempo que observó al mirlo joven, que no se atrevía a saltar más allá de las ramas próximas al nido.

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