Gandhi

Fonso
Siempre me ha gustado enterarme de la vida y milagros de los personajes históricos que han hecho algo grande por la humanidad.
Un día cogí un libro, bastante gordo por cierto, en la biblioteca pública de mi pueblo, Orihuela, que trataba sobre la vida de Gandhi y su lucha por la independencia de la India, sometida al Imperio Británico durante unos cuatrocientos años.
Ya no recuerdo cada lucha, cada huelga de hambre, cada viaje, pero me llamó especialmente la atención la forma en que se fue ganando el cariño y la voluntad de su pueblo, sobre la base de una entrega total por la causa de los pobres y oprimidos, y dando ejemplo de pobreza y solidaridad, siendo el primero en practicar aquello que estaba defendiendo.
Se pasó mucho tiempo luchando y arriesgando su vida y la de su familia con ayunos prolongados y privaciones sin cuento, pero se rodeó de fieles colaboradores que le seguían a todas partes y que estaban de acuerdo con su doctrina de la no violencia.
Pues era esto, la no violencia, el núcleo central de su pensamiento, la ideología que inspiraba su lucha. En esencia, decía Gandhi que nuestra verdad, lo que nos da derecho a criticar e incluso odiar a nuestro enemigo, esa misma verdad nos permite descubrir residuos de verdad en el enemigo más encarnizado, lo que nos obliga a respetarlo, si no a marlo.
Durante años estuvo recorriendo la India y comprobando el expolio y la humillación a que era sometida por parte de sus opresores, que se apoderaban de sus materias primas y hacían cambiar su economía de supervivencia, desde robarles las minas de sal a arrasar las selvas o cultivos tradicionales para las plantaciones de un producto tan poco nutritivo como es el té o el opio.
Con el ejemplo de su vida, Gandhi me dejó claro que uno puede conseguir algo grande con solo estar convencido de lo que quiere. Por mucho que la vida se te ponga cuesta arriba, no tienes que desesperar, y menos, tirar la toalla... Y todo esto, pacíficamente, sin decir una palabra más alta que otra.
Claro que él era Mahatma Gandhi y yo Alfonso Gálvez... pero... en esas estamos.
Aunque en el tema de no levantar la voz me tendréis que perdonar, porque a este paisano de Miguel Hernández no ha nacido todavía nadie que le mande callar.

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