La curiosa

Laura y adredista 1
Siendo joven me gustaba ayudar a los demás, por eso me dediqué a estudiar enfermería para estar en contacto con las personas y sus problemas. Así intentaba descubrir el misterio del cuerpo humano, que me valdría para conocer mi propio cuerpo. Conociéndome a mí misma puedo atender mejor a los demás.
Mirando a los ojos de otra persona puedes descubrir muchos misterios. Si los ojos están amarillos es claro que la persona tiene ictericia. Si es muy curiosa, sus ojos están más vivos de lo normal. Si no miran de frente y sí hacia abajo, la persona está triste. Los ojos vivarachos indican alegría, los que están lacrimosos provocan a quien los mira la curiosidad de saber por quién llorará o si hay alguna desgracia especial en su vida.
Los labios estirados por la sonrisa nos dicen que la persona está alegre y, como la alegría se contagia, yo no me aguanto las ganas de sonreírme y preguntar: ¿Por qué estás alegre? Este contagio de la alegría es totalmente cierto: no hay más que observar a un enfermo cuando entra una enfermera alegre con las pastilla, y después otra, muy seria, que las deja encima de la mesa y se va.
Los andares también dicen mucho de las personas: el paso firme muestra seguridad; el rápido, nerviosismo y prisas; el lento, tranquilidad y paz.
Si veo a una persona con ropa sucia o rota me hace preguntarme: ¿En qué condiciones vivirá este ser humano?
Conclusión: debe de ser bueno tener curiosidad, conocemos mejor a otras personas y a una misma. Las mujeres somos curiosas de por sí. Solemos estar pendientes de todo lo que nos rodea, no sé por qué, quizá buscamos las cosas que nos pueden venir bien. Somos celosas de lo que ya tenemos.

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