El desengaño

Laura y adredista 1
Llueve. Llueve como si nunca hubiera llovido. Llueve en la calle y llueve en la zapatería de Blas.
La lluvia en la zapatería de Blas se vuele especialmente sonora porque una gran gotera le obliga a colocar un cubo de latón justo en medio de la tienda. El olor fuerte de los pegamentos, de las gomas y de los cueros hoy se suaviza con el olor de la humedad. Para Blas este habitáculo es más que su lugar de trabajo, es su casa. En la trastera, a un lado, tiene un camastro donde el pobre duerme con frecuencia; al otro lado hay un aseo muy simple, una taza, un lavabo y una toalla oscura, - no sabemos el por qué de su color- que cuelga de un medio clavo fijado en la pared; ese es todo el decorado. (¡Qué tétrico está saliendo esto!)
Los fines de semana Blas descansa de su trabajo y se transforma. Se pone lo más guapo que puede, se perfuma con la colonia que le gusta a Toñi, su novia, y se siente otro completamente diferente del zapatero remendón que trabaja y trabaja.
La imaginación se le despierta cuando está con su prometida, le habla de “su negocio” como si fuera un trabajo seguro, y se ve convertido en dueño de un gran comercio con muchos clientes. Su único problema será encontrar dependientas comerciales que atiendan bien el comercio. Ya promete a Toñi el puesto de cajera, ella siempre ha soñado con ese puesto en su propio trabajo. Los dos sueñan con un futuro tranquilo.
Todo va sobre ruedas hasta que un mal día (¡Ay, madre mía, que lo voy a chafar!)– a la novia se le rompe un zapato nuevo. Acude al comercio donde lo había comprado y le aconsejan que vaya al zapatero remendón que trabaja en la calle de al lado.
Cuando Toñi vio sobre una puerta sencilla el letrero “ZAPATERÍA DE BLAS” le entró el nerviosismo en el cuerpo. Y al ver detrás de un pequeño mostrador a su Blas, tiró los zapatos al suelo y salió corriendo.
Hace mucho tiempo que no llueve, el mismo tiempo que los zapatos de Toñi duermen en el cubo de la gotera.

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