Meter la pata

Víctor y adredista 0
Mi hermana siempre me dice que los veranos son un peligro, sobre todo para la cintura.
Ayer volví al CAMF, aquí, a Leganés, y vino Sonia a verme, con su amiga María, y pude comprobar estos estragos del verano en su anatomía.
–Estás un poco gorda –se me ocurrió decir.
¡Pues para qué quieres más!
–¿Tú no te miras al espejo? –me contestó ella, muy sobrada.
Tengo que confesar que no alcanzo desde mi silla, no lo había hecho, nunca me veo en el espejo. Y como mi hermana me maneja con la grúa y yo camino con mi silla eléctrica, mi peso ni lo siento. Había notado mis pantalones un poco más pequeños, mis camisetas más ajustadas y mi culo más dolorido, pero no me había hecho a la idea. Fue decirlo Sonia y até cabos.
–Perdona, Sonia, pero no me has entendido. Cuando dije gorda quise decir sana y feliz. Tenía que haberte dicho la verdad, que estás como una rosa de guapa, con esa cara tan saludable y risueña, pero no me atreví, no fueras a sentirte incómoda con mis halagos.
–Pues yo no puedo decir lo mismo, tú estás muy gordo, con una barriga que ya parece la de tu padre –Sonia se había cabreado de verdad.
Lo cierto es que mi padre, cuando dejó de caminar tras las mulas y se sentó en el tractor para trabajar, comenzó a redondearse más y más. Pero no es mi caso.
–No exageres, Sonia, que la barriga de mi padre era crónica y la mía es de temporada. Lo suyo era una enfermedad profesional consecuencia de trabajar sentado y lo mío puro síndrome vacacional.
Y por fin mi amiga sonrió. Ahora sí que la reconocía, Sonia volvía a ser la amiga buena y simpática que yo tanto había echado de menos este verano en Algüera.

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