El eufórico

Mercedes
Antonino siempre está contento y siempre mira las cosas con mucho optimismo, eufórico. Nunca verá nada negro, de tanto optimismo que tiene. Está en el paro desde hace tres años. Es un buen arquitecto.
Solía trabajar en los barrios ricos de Madrid proyectando edificios de pisos y apartamentos. Pero un día se quedó sin trabajo y, como es optimista, no se lo tomó mal del todo.
Se puso a trabajar en la empresa de recogida neumática de basuras, con un diseño anticuado de los colectores, que producía muchos olores y que había que corregir. Así volvió a ganarse algo de dinero que llevar a su casa para alimentar a sus cuatro hijos y a su mujer.
Cuando Antonino terminó la reforma de los colectores, se puso a reformar portales para comunidades de vecinos de barrios obreros de Madrid. Así iba saliendo adelante poco a poco, con mucho trabajo por su parte.
Pero él está feliz, pues puede vivir cada día y así va marchando. Los que le conoces se admiran de su optimismo. Nadie ha visto nunca una persona tan positiva como él.
Lo cierto es que su mujer lo quiere y lo apoya sin condiciones. Y esto ayuda mucho a los hombres, que son un poco niños.
Pero Antonino es un señor muy trabajador, que no le importa trabajar de lo que sea con tal de sacar a su familia de esta situación tan crítica en la que se encontraban por culpa de la crisis y de la burbuja inmobiliaria.
Viendo que aquí en su país las cosas no cambiaban, que no se construía nada y que no se construiría en mucho tiempo, y dado que su única fortuna era su talento y su formación, tomó la determinación de irse a vivir a Estados Unidos.
La mujer tenía unos primos que estaban viviendo en este país y que le prometieron ayuda. Se fue solo a ver si encontraba algún trabajo de lo suyo, en algún estudio de arquitectura, pues aquí, en su patria, no había muchas oportunidades de empleo.
Dejó su casa, a su familia, y tuvo que trabajar mucho y muy duro, en cualquier cosa. Estuvo hasta fregado platos en un restaurante de Nueva York durante muchas noches.
Pero después de muchas entrevistas, de muchas energías quemadas y de mucho optimismo derrochado, por fin metió la cabeza en un estudio de arquitectura dedicado a las infraestructuras urbanas, o sea, los colectores y todo eso. Él ya tenía experiencia, por lo que había hecho en Leganés, y se descubrió un genio de las alcantarillas, allí, en la gran manzana.
Así fue como Antonino, sin perder el optimismo, ha ido sacando a toda su prole de esta mala crisis.

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