Sentada del 20 de octubre de 2011

MINIATURAS XXIII
Iñaki

Amor
se paga
con amor.

Ni somos
ni dejamos de ser:
seguimos necesitando cariño.

 ...pero lo comprendo
y lo entiendo
porque no comprendéis
quiénes somos.

Yo te puedo querer
y os puedo querer a todos:
¿dónde está vuestro cariño?

Si nadie entiende mis palabras
yo no tengo palabras.

Paciencia, paciencia:
incoherencia.

Te llevaría
por la Gran Vía
para dibujar tu sonrisa
en los rascacielos.

Pensaré que me quieres
y pensaré que querer
es lo que hay que aprender.

Duermes por no querer
y te despiertas
porque estás enamorado.

El corazón te lleva
pero dejas de andar
y sientes celos,
dejas de andar,
miras el cielo
y son los celos.

El camino de la angustia
siempre fue largo,
muy largo:
recorro el camino de la angustia.

EL DESENGAÑO

Laura y adredista 1

Llueve. Llueve como si nunca hubiera llovido. Llueve en la calle y llueve en la zapatería de Blas.
La lluvia en la zapatería de Blas se vuele especialmente sonora porque una gran gotera le obliga a colocar un cubo de latón justo en medio de la tienda. El olor fuerte de los pegamentos, de las gomas y de los cueros hoy se suaviza con el olor de la humedad. Para Blas este habitáculo es más que su lugar de trabajo, es su casa. En la trastera, a un lado,  tiene un camastro donde el pobre duerme con frecuencia; al otro lado hay un aseo muy simple, una taza, un lavabo y una toalla oscura, - no sabemos el por qué de su  color- que cuelga de un medio clavo fijado en la pared;  ese es todo el decorado. (¡Qué tétrico está saliendo esto!)
Los fines de semana Blas descansa de su trabajo y se transforma. Se pone lo más guapo que puede, se perfuma con la colonia que le gusta a Toñi, su novia, y se siente otro completamente diferente del zapatero remendón que trabaja y trabaja.
La imaginación se le despierta cuando está con su prometida, le habla de “su negocio” como si fuera un trabajo seguro, y se ve convertido en dueño de un gran comercio con muchos clientes. Su único problema será encontrar dependientas comerciales que atiendan bien el comercio. Ya promete a Toñi el puesto de cajera, ella siempre ha soñado con ese puesto en su propio trabajo. Los dos sueñan con un futuro tranquilo.
Todo va sobre ruedas hasta que un  mal día (¡Ay, madre mía, que lo voy a chafar!) – a la novia se le rompe un zapato nuevo. Acude al comercio donde lo había comprado y le aconsejan que vaya al zapatero remendón que trabaja en la calle de al lado.
Cuando Toñi vio sobre una puerta sencilla el letrero “ZAPATERÍA DE BLAS” le entró el nerviosismo en el cuerpo. Y al ver detrás de un pequeño mostrador a su Blas, tiró los zapatos al suelo y salió corriendo.
Hace mucho tiempo que no llueve, el mismo tiempo que los zapatos de Toñi duermen en el cubo de la gotera.


METER LA PATA
Víctor y adredista 0
Mi hermana siempre me dice que los veranos son un peligro, sobre todo para la cintura.
Ayer volví al CAMF, aquí, a Leganés, y vino Sonia a verme, con su amiga María, y pude comprobar estos estragos del verano en su anatomía.
–Estás un poco gorda –se me ocurrió decir.
¡Pues para qué quieres más!
–¿Tú no te miras al espejo? –me contestó ella, muy sobrada.
Tengo que confesar que no alcanzo desde mi silla, no lo había hecho, nunca me veo en el espejo. Y como mi hermana me maneja con la grúa y yo camino con mi silla eléctrica, mi peso ni lo siento. Había notado mis pantalones un poco más pequeños, mis camisetas más ajustadas y mi culo más dolorido, pero no me había hecho a la idea. Fue decirlo Sonia y até cabos.
–Perdona, Sonia, pero no me has entendido. Cuando dije gorda quise decir sana y feliz. Tenía que haberte dicho la verdad, que estás como una rosa de guapa, con esa cara tan saludable y risueña, pero no me atreví, no fueras a sentirte incómoda con mis halagos.
–Pues yo no puedo decir lo mismo, tú estás muy gordo, con una barriga que ya parece la de tu padre –Sonia se había cabreado de verdad.
Lo cierto es que mi padre, cuando dejó de caminar tras las mulas y se sentó en el tractor para trabajar, comenzó a redondearse más y más. Pero no es mi caso.
–No exageres, Sonia, que la barriga de mi padre era crónica y la mía es de temporada. Lo suyo era una enfermedad profesional consecuencia de trabajar sentado y lo mío puro síndrome vacacional.
Y por fin mi amiga sonrió. Ahora sí que la reconocía, Sonia volvía a ser la amiga buena y simpática que yo tanto había echado de menos este verano en Algüera.

No hay comentarios: