Sentada del 2 de febrero de 2012

MALA SUERTE
Laura y Adredista 1
María se enfada por todo, tanto que muchas veces ni sabe por qué. Pero no es la edad, tan difícil la adolescencia, es algo más. Le gusta que los días sean claros para tener buena visión de las cosas, pero en su pueblo las nieblas son frecuentes porque está situado en un valle, y ella no lo soporta.
A diario sale a la calle pronto y medio dormida, pero siempre de mal humor. El encuentro con Elena, su amiga de toda la infancia y además compañera de estudios, siempre es igual. Elena viene alegre, saluda con entusiasmo, da los buenos días a gritos, y María le contesta con voz baja, casi imperceptible:
–Nada de buenos días, está nublado como siempre y seguro que no veremos el sol ni a tiros.
Juntas se dirigen al cole. Elena está más contenta que nunca porque hoy es un día sin exámenes. María está más enfadada que nunca porque, según dice, ha madrugado, hay niebla, hace fresquete y seguro que algún profe nos pondrá un examen para mañana o pasado y nos amargará la semana...
Sin apenas hablar mucho más llegan juntas al aula y, para más colmo, María se da un trompazo con el pupitre al entrar.
–¡Todo lo malo me tiene que tocar a mí! –murmura– Esto me pasa porque todos los cursos me toca el peor sitio de la clase.
Y encima este año la tocó sentarse junto a un compañero que ni se peina ni se lava, es un guarro de todos los días. Parece que la buscan las desgracias, piensa a veces su amiga Elena.
Entra el profesor y saluda con el “muy buenos días” de costumbre. Y sin interrupción continúa:
–Sepárense bien unos de otros porque tienen que hacer un control.
Esto les pilla a todos por sorpresa. María esta vez se enfada con razón y decide entregar el examen en blanco.


MARTA
MaryMar y Adredista 7
Marta es una muchacha joven y muy alegre. Vivía en Fuenlabrada con sus padres, que eran un poco mayores y la habían educado en el respeto. Era la persona más generosa que conozco. Se llevaba bien con todo el mundo y tenía muchos amigos. Daba todo lo que tenía a todos, pero los hubo que se aprovechaban de ella.
Tiene una amiga, Pilar, que le gusta mucho vestir bien, a la última moda. Trabaja en un hotel como planchadora, pero con la crisis redujeron personal y se quedó en el paro. Pasa por un escaparate: allí hay ropa bonísima, pero es muy cara. Y piensa en su amiga Marta. Va a verla y le pide por favor que le compre esa ropa, pues ella no tiene dinero. Le regala toda la ropa que le gusta y también le da dinero para sus gastos.
Y Pilar, tan discreta como tonta, cuenta a sus amigos los regalos que le ha hecho Marta. Y todos comienzan a exigirle cosas, como si fuera obligación de ella satisfacer sus caprichos. En un principio hace regalos a todos, pero se ha creado tan mal rollo con su generosidad que decide desaparecer del planeta.
Y Marta se coge un tren de largo recorrido y se pierde en los confines. Sus amigos son los que han perdido más.


UN QUISQUILLAS
Isabel
A Miguel no se le pueden hacer bromas, ya que cualquiera de ellas le sienta fatal, es muy quisquilloso.
Por ejemplo, yo, que soy su hermana Sara, le quiero dar un beso en la mejilla. Él me quita la cara y encima se enfada. Me echo a llorar y me dice:
–¿Por qué lloras?
–Porque siempre me rechazas.
–¡Bua!
Yo le pregunto qué significa el ¡bua¡.
–Quiere decir que eres muy pesada.
El es un viejo para la edad que tiene. No acepta ninguno de los regalos que yo le quiero hacer. Y encima, el regalo que le han traído en el centro los Reyes Magos, en lugar de dármelo a mí, se lo ha dado a una cuidadora, que le ha venido al pelo. Era una bolsa tipo mochila para guardar ropa cuando vas a alguna excursión, de color negro.
Le molesta que los demás se preocupen de él, ya que dice que puede valerse por sí mismo. En cambio, si alguna vez se cae y se hace daño, espera que los demás vayamos a ayudarle y hacerle visitas. Deja de ser el ser quisquilloso y se deja hacer.
El otro día le pregunte:
–Si yo me muriese o me pasara algo, ¿me echarías de menos?
Y me respondió que sí, mucho.
–Entonces no entiendo por qué me rechazas ahora, ya que solo quiero hacerte compañía y darte mimos.
–No me gusta que estén encima mío y que me traten como un inválido.
Y yo le digo, aunque con suavidad, que eso es un poco lo que es, un diverso funcional.
–En determinadas cosas necesitas ayuda y yo me ofrezco a ello, nada más.
Al final, aunque es muy susceptible, le entra un rayo de sentido común, y me dice que tengo razón.
A pesar de estos momentos de lucidez, en la vida cotidiana sigue siendo muy broncas.
Pues para salvar las situaciones más embarazosas, yo me dedico a hacerle cosquillas a tutiplén, ya que tiene muchas. Y él se ríe a carcajadas, moviéndose al ritmo de la risa, ¡y pelillos a la mar!

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