Carmen
Me
gustaría
seguir siendo una niña, pero con tantos años ya nadie me deja, ni
yo misma. Un niño bien cuidado conserva el gozo de la vida, carpe
diem, las ganas de jugar y disfrutar, la curiosidad, la motivación
que los adultos perdemos en el camino, y no tiene responsabilidad ni
obligaciones como los adultos. Les mimamos, les cuidamos, despiertan
nuestra ternura… Es un rollo ser adulto, horarios, jefes, madrugar…
Algo
de infantil ya me queda. Cuando viajo hago preguntas y preguntas a
los guías, y después ni me acuerdo de las respuestas. También me
cuesta guardar los secretos, aunque si me interesa mucho sí me
callo, pero me cuesta, estúpida de mí. Y mi lado niña me permite
disfrutar leyendo cuentos y contándolos. Hasta hoy mismo los leo con
deleite. También me deja sacar partido a pequeñas cosas, como jugar
al dominó, que ganar me encanta.
El
domingo mismo estuve en una despedida de soltero y disfruté como una
chiquilla. Vino la tuna con sus leotardos negros y sus calzas
acuchilladas en rojo, no recuerdo si traían capas, pero sí muchas
cintas. Al sentir su música no pude evitar mover la silla delante y
atrás y hacer círculos con ella.
–¿De
qué facultad venís?
–De
Económicas.
Había
de todas las edades, algunos con aspecto de niño. Resulta difícil
creer que estudien. Un cantante solista, muletón y con pinta de
guardián de discoteca, pone un punto de exotismo. Soy la primera en
cantar Clavelitos
y ganar el beso del novio. Pido Amalia
Rosa
y mi garganta avisa de pucheros.
A
veces pienso si estas fiestas de integración no serán puro
paternalismo, un tapabocas. Al final me dejo llevar por fiesta,
tarta, un curioso adivino, las capitulaciones de los novios, y doy
las gracias a esta jodida silla eléctrica por permitirme disfrutar
de estas cosas.
El
consumo me tiene pillada, es la parte oscura de la niña que llevo
dentro. Y tantos, o si no, ¿por qué hay tanta gente en los parques
de atracciones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario