Cuaderno azul / 4


Carmen
Me gustaría seguir siendo una niña, pero con tantos años ya nadie me deja, ni yo misma. Un niño bien cuidado conserva el gozo de la vida, carpe diem, las ganas de jugar y disfrutar, la curiosidad, la motivación que los adultos perdemos en el camino, y no tiene responsabilidad ni obligaciones como los adultos. Les mimamos, les cuidamos, despiertan nuestra ternura… Es un rollo ser adulto, horarios, jefes, madrugar…

Algo de infantil ya me queda. Cuando viajo hago preguntas y preguntas a los guías, y después ni me acuerdo de las respuestas. También me cuesta guardar los secretos, aunque si me interesa mucho sí me callo, pero me cuesta, estúpida de mí. Y mi lado niña me permite disfrutar leyendo cuentos y contándolos. Hasta hoy mismo los leo con deleite. También me deja sacar partido a pequeñas cosas, como jugar al dominó, que ganar me encanta.

El domingo mismo estuve en una despedida de soltero y disfruté como una chiquilla. Vino la tuna con sus leotardos negros y sus calzas acuchilladas en rojo, no recuerdo si traían capas, pero sí muchas cintas. Al sentir su música no pude evitar mover la silla delante y atrás y hacer círculos con ella.

¿De qué facultad venís?
De Económicas.

Había de todas las edades, algunos con aspecto de niño. Resulta difícil creer que estudien. Un cantante solista, muletón y con pinta de guardián de discoteca, pone un punto de exotismo. Soy la primera en cantar Clavelitos y ganar el beso del novio. Pido Amalia Rosa y mi garganta avisa de pucheros.

A veces pienso si estas fiestas de integración no serán puro paternalismo, un tapabocas. Al final me dejo llevar por fiesta, tarta, un curioso adivino, las capitulaciones de los novios, y doy las gracias a esta jodida silla eléctrica por permitirme disfrutar de estas cosas.

El consumo me tiene pillada, es la parte oscura de la niña que llevo dentro. Y tantos, o si no, ¿por qué hay tanta gente en los parques de atracciones?

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