Rafa
Con
diez años no hay nada más aburrido que estudiar, sobre todo si lo
que te gustaba era otra cosa. Alguien, no recuerdo bien quién pudo
ser, me convenció de que yo quería ser abogado, y por eso me
pusieron a estudiar.
La
Cucaracha, señora Paulita, me daba Lengua y me hacía bostezar.
Estaba todo el día marcándote y se chivaba a los padres de lo que
no hacías. El Zapatones, el Director, pudo ser mi salvación como
estudiante, pero nunca coincidimos, nunca fue mi profe. Me caía
bien, sabía tratar a la gente. Don Marciano no era tan joven ya,
pero era cojonudo como profesor de Matemáticas. Las Mates era lo que
más me gustaba y me sigue gustando.
De
los demás profes del instituto Zorrilla, en la filial de San Pedro
Regalado, nada hay que decir, no pasaron a mi historia personal. Y lo
único que he sacado en claro de tanto estudiar, pues luego hice
Magisterio en la plaza San Pablo y me olvidé del Derecho, que ya
estaba yo bien torcido por entonces para intentarlo, fue la afición
que le cogí a la máquina de escribir. Es lo único que no me
aburría de todo lo que aprendí en mi juventud. Y, por cierto, lo
que me ha dado de comer durante mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario