Una mona


Conchi
Había una niña muy presumida que se llamaba Matilde y se creía la mejor vestida y la más chula. Cada día aparecía en el colegio con un vestido nuevo y se contoneaba delante de todas nosotras como un faisán. Todas en el colegio la teníamos un odio que no podíamos ni verla, pero ninguna nos atrevíamos a decirle nada. Le decíamos: ¡Qué guapa eres, qué bonita eres! Y luego por detrás nos burlábamos de ella, pero solo por detrás.
Un día vino una nueva alumna al colegio, se llamaba Ana Gema y en cuanto vio a Matilde con su vestido azul con flores se empezó a burlar de ella y a reírse a carcajadas: Esta niña es tonta, es más presumida que una mona. Y con Mona se quedó.
Buena era Ana Gema, que de pequeña iba con su madre a Galerías Preciados y lo curioseaba todo y lo removía, hasta los zapatos que estaban en los expositores, y días hubo que se los llevaba puestos. Le gustaba incluso jugar con las chapas y los coches como si fuera un chicazo. Todavía no se la había visto tocando una muñeca y a nadie se le ocurría regalarle semejante cosa.
Hasta los trece años no me voy a pedir una muñeca –le dijo un día a la Mona
Yo con trece años quiero tener novio –contestó la otra.
Tú eres tonta.
La Mona aprendía mucho de Ana Gema. Y Ana Gema aprendía de la Mona, andando el tiempo, a jugar con la Nancy, con la Lesly y con Luca. Es lo que tenemos las mujeres, que todo lo aprovechamos, hasta nuestra peor enemiga.

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