El subidón


Peva
Yo me pongo alegre como unas castañuelas en el momento que traspaso las puertas de esta casa. Quiero decir que me alegro cuando las traspaso para fuera, cuando salgo, naturalmente, dejando atrás los malos rollos y el nulo compañerismo que aquí campa por sus respetos, y pienso en mi gran suerte de poder desplazarme, que físicamente tengo unos cuantos problemas pero los voy superando lo mejor que puedo, aunque con mucho esfuerzo. Y el que no los tenga ¡que tire la primera piedra!
Además, aunque a veces soy un coñazo de mal humor, luego pienso que hay que vivir a tope. Porque mañana puede que sea demasiado tarde, ¡que ya está comprobado! Sin ir mas lejos, hoy mismo otro compañero se ha largado al otro barrio. Aquí dentro ya solo encuentras sorpresas de éstas.
Lo cierto es que tampoco soy muy difícil de conformar. A mí con salir a la calle y que luzca el gran astro por encima de mi linda cabeza, que me permita desplazarme sin preocupaciones por la ciudad y pillar una mesa en la Castellana bien cómoda, pedir una tostada y un café, a ser posible que esté como es debido, o sea, de primera, y ver pasar a los pijos con sus corbatas en pleno verano, solo con esto ¡me entran unas ganas de vivir! Vamos, que me da un subidón que ya no necesito ni anfetaminas ni analgésicos para todo el día, nada, pues para mí esto es mejor que un canutillo.
Y viva el verano y las terrazas, y punto.

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