Laura
En
Matas Rubias, un pequeño pueblo de Badajoz, se vive con muchas
necesidades. No hay un médico que atienda en la enfermedad ni un
supermercado donde las amas de casa puedan comprar. No hay escuelas,
y los niños reciben la educación en la casa familiar. Ningún
vecino conoce el agua corriente en la vivienda, tienen que ir al caño
y en tiempos fríos como éstos el agua está helada. Las madres
tienen que calentar el agua para que todos puedan lavarse.
El
resultado es que todos los vecinos están insatisfechos. Y nadie
lleva tan mal la insatisfacción como Cecilia. Ella sabe por su amiga
Catalina cómo se vive en la Ciudad y envidia esa vida: allí el agua
fría o caliente entra en las casas, lavan la ropa en una máquina
con sólo tocar un botón y no hay que salir al río los días de
invierno. La casa no se calienta con la lumbre de la chimenea, hay
una cosa que llaman calefacción central, que no produce humos ni
funciona con leña.
Catalina,
ya con sus 18 años, anhela salir de Matas Rubias, tener amigos y
amigas para divertirse un poco. Sueña con vivir en la Ciudad. Pero
es algo que le resulta difícil, pues no tiene dinero ni está
preparada, no ha aprendido ningún oficio, apenas ha viajado, excepto
a los pueblos cercanos al suyo, donde se vive igual de mal que en el
propio.
Ella
quiere salir de esta situación que la ahoga bastante. Su problema es
que no sabe cómo liberarse del pueblo y esto le produce angustia.
Por fin consigue de sus padres la ayuda económica suficiente para
probar un tiempo en la Ciudad.
Se
pone en contacto con su amiga Catalina, que le proporciona una
pensión como primera acogida. Busca trabajo y no lo encuentra,
porque no tiene experiencia en ninguna actividad laboral propia de la
ciudad. Pasados dos meses se encuentra sin dinero y sin trabajo, y lo
que es peor, se siente más insatisfecha que en el pueblo.
Ha
decidido abandonar la ciudad.
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