Conchi
Murió
Miguel y me quedé vacía.
Hace
ya siete años del infarto
y
hay días en que todavía espero oírle
“Hola,
tronca, ¿qué tal estás?”
en
algún pasillo,
al pasar a mi lado.
Echo
de menos su risa,
sus
ojos –que ya no recuerdo si eran azules–,
su
nobleza,
sus
camaleónicas maneras de adaptarse al centro.
Pero,
sobre todo,
a
qué negarlo,
echo
de menos aquel culo,
que
merecería un monumento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario