Conchi
Yo
tengo miedo cuando veo un coche cerca de mí, porque ya me pilló uno
y les tengo un poco de respeto. Yo estaba cruzando un paso de cebra y
una chica en un coche rojo empezó a dar marcha atrás buscando
aparcamiento, otra chica que iba en un coche blanco la pitó
avisándola de que yo estaba cruzando, pero la del coche rojo no se
dio cuenta hasta que me tuvo encima, y gracias que no me tiró de la
silla de ruedas. Me hizo un trompo la silla y me quiso llevar al
médico, pero yo no quise porque en realidad no me hizo nada, sólo
me desplazó un poco la silla.
Desde
entonces no salgo sola por la noche porque van los coches como locos,
aunque ya me voy atreviendo a salir un poco a la puerta, a verlos
pasar. Pero ese es mi miedo, los coches.
A
los camiones también les tengo miedo, porque a mi padre le dio un
trailer por detrás en la furgoneta. Iban mi padre y mi madre,
estaban parados en un semáforo y un poco más y los mata. Los
guardias civiles se los llevaron al hospital para que les hicieran
una radiografía de las cervicales.
Por
aquel entonces yo era medio pensionista en el CAMF de Leganés y mis
padres me tenían que recoger a las 5 y media de la tarde, que era mi
hora de salida. Ese día eran las 10 de la noche, no habían venido a
por mí y yo me empecé a preocupar. Porque mis padres no eran de
irse de juerga por ahí y dejarme en la residencia sin avisar.
Mi
madre por fin salió del hospital y vino en un taxi a recogerme. Me
contó que habían tenido un accidente y que a mi padre seguían
haciéndole pruebas porque le dolían las cervicales.
Nos
fuimos a casa en el mismo taxi. Mi padre, cuando terminaron con él,
se volvió loco buscando a mi madre en el hospital. Y cuando no la
encontró –ella jura que le había dicho que se iba por mí, pero
él dice que no la oyó– vino al CAMF a buscarnos a las dos.
Aquí
fue que el vigilante de noche le dijo que ya no estábamos, que nos
habíamos ido a casa. Y entonces él se volvió cabreado por haber
perdido el tiempo.
En
realidad, no es que tenga miedo a los camiones, a lo que tengo miedo
es a quedarme sola. El día que me falte mi madre yo me emborracho,
porque las penas con vino son menos, y después me muero de miedo.
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