Duro invierno


Isabel
Este año el invierno ha sido, y es, muy duro con estas nevadas que han durado, porque ha helado, y no se quitaba la nieve y era peligroso salir a pasear. Me hubiera gustado hacer un muñeco de nieve.
Siendo yo pequeña, llevaba guantes de lana y se empapaban de agua. Del frío, los pies se llenaban de sabañones, que me dolían mucho.
Un año, con mis primos de Badajoz, que vivían más arriba, porque el pueblo estaba en cuesta, los tres nos deslizamos por la calle montados sobre un plástico. Bajamos toda la cuesta porque había caído una gran nevada.
Nos lo pasamos muy bien, nos reímos, y rodábamos como peonzas. Luego, para subir la cuesta, nos costaba mucho y nos caíamos, nos enfadábamos, pero terminábamos riéndonos los tres. Así pasamos el día, subiendo y rodando y empapados de agua.
Cuando llegamos a casa empapados, nos quitaron la ropa y nos dieron un chocolate bien caliente. Nos supo a gloria, con churros. Nos regañaron, pero a nosotros no nos importó. Aunque la regañina parecía merecida, lo habíamos pasado tan bien que no importaba.
Pues estos primos ahora pasan de nosotros, de mi hermano y de mí, y no vienen a vernos a la residencia. Igual que su madre, que tampoco se digna.
Como el invierno ha sido tan duro, me he acordado más de ellos, los he echado más de menos. Pero para invierno de verdad el de mi hermano, cuando le da un ataque, que se siente muy solo y triste. Las enfermeras le ponen una inyección de valium y él me dice: “Que sea lo que dios quiera”. Todo le da igual, y se deprime. Se pone muy serio, y pensativo.
Cuando yo le veo así me entran ganas llorar, porque no sé cómo ayudarle, me siento impotente. Mi madre, cuando viene y nos ve así, se preocupa más todavía. Nos abraza y nos alivia.
Mis padres no se llevan muy bien y yo sufro, porque me gustaría ser una familia unida y feliz. Hay inviernos muy duros.

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