Te encuentras de todo


Ramón
A pocos compañeros les ponía trabajar, pero había algunos que disfrutaban más que otros. Yo, contento, el día del sobre. En septiembre, el día 30. Pero lo que es trabajar, no me ponía mucho. Solíamos ser tres en la cuadrilla, cuando la mudanza era grande y usábamos el camión. A veces, en mudanzas pequeñas, iba yo solo con la furgoneta a algún pueblo de los alrededores de Segovia.
Mi padre era el jefe. Cuando mejor me lo pasaba era en los viajes largos. Me tocó ir una vez a París, genial. Y otra, a Roma. El viaje a Roma fue en tres días, y de este primer viaje no recuerdo mucho. Pero recuerdo que al poco volví con el coro en el que cantaba y fue lo más. Estuvimos en Roma y en otras tres ciudades, una Bolonia, pero de las otras dos no me acuerdo y ya me da rabia. Éramos unos treinta en el coro y fuimos todos. Pasamos unos días de verano geniales, una semana intimando con las tías.
Pero estaba hablando del trabajo, que lo hacía para cobrar y que, como cualquier trabajo, era un poco cansino. Pero lo bueno de las mudanzas todavía no lo he contado. Viajar es bueno, y al extranjero mejor que bueno, pero charlar con las clientas, eso ya es lo más. Y yo charlaba mucho. Generalmente, me tocaba recoger de la cuerda los bultos, cuando los subíamos, que colocábamos la garrucha en una terraza para subir las cosas por la fachada. Desde abajo tiraban de la cuerda los compañeros y yo, arriba, recogía los trastos.
Esto me permitía intimar con las clientas. Me invitaban a café, que si luego una copa, y la mudanza podía terminar a saber cómo, toda una mañana subiendo y bajando. Hice muchas amistades con las señoras en estas mudanzas. Y con algunos hombres también, que te encontrabas de todo.

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