Contenta


Isabel
Yo siempre estoy contenta, menos cuando me agarra la melancolía, que suele ocurrir.
El martes pasado sin ir más lejos me eché a llorar sin tener ningún motivo y Nacho, mi novio, que estaba a mi lado en ese momento, me dejó que llorase todo lo que quisiera porque de esta forma me iba a desahogar.
Después de llorar un poco me sentí mas aliviada y contenta.
Nacho, como siempre que me ve un poco triste, se lió a contarme chistes para que me riese un poco. Si es que tiene gracia por arrobas mi chico y cuenta cosas muy graciosas.
Me hace reír tanto que me duelen las mandíbulas de la risa y yo le digo: “¡Nacho! ¡Ya está bien! ¡Cállate ya!”. Pero él sigue con sus gracias hasta que me ve más contenta.
Cuando se va de mi lado me quedo pensando en los chistes que me ha contado y yo sola me río a carcajadas.
Yo también le cuento a Nacho algunos de los chistes que sé, por ejemplo aquel del negro que se estaba bañando desnudo en la playa. Había por allí algunas chicas jóvenes, todas con la boca abierta, y muchas señoras mayores, también con la boca abierta. Cuando salió el negro del agua reparó en el espectáculo, todas las tías con la boca abierta como si viesen un fantasma, y se mosqueó mucho. A todo esto, su pene iba haciendo un surco sobre la arena como si de un arado se tratara. “¡Que pasa! ¿Es que a vuestros novios y a vuestros maridos no se les encoge cuando salen del agua?”
Cuando estoy con Nacho se me van las penas. Y yo le digo: “¡Nacho, eres una gran persona, con mucho sentido del humor!”
Y él me suele decir con mucha gracia: “Isabel, tú me pones… contento, ¿por qué será?”. Y yo le contesto: “¡Y yo qué sé!”
Nacho, no cambies nunca. 

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