Conchi

Se dedicaba a la especialidad de traumatología, o sea, que es traumatólogo. Y yo, a digestivo, que cuando pasaba por allí me volvía loca porque me diera un beso en la mejilla de saludo. Pero estos sueños sólo pasan en los cuentos de hadas. Tenía el pelo negro, con unos andares demasiado para mi body, cada vez que le veía se me saltaban los ojos de las órbitas.
Hubiera querido que no hubiera pasado el tiempo. Pero pasan los días y los años, la gente cambia, se pone gorda y fea.
Ahora tiene 5 hijos y una historia complicada. Me gustaría verlo otra vez, pero he perdido el contacto. Creía que continuaba en un consultorio de Badajoz, pero he llamado y me dicen que allí ya no está, que no existe ningún doctor con ese nombre. Me da vergüenza seguir llamando.
Comenzó a beber cuando le nació una niña paralítica cerebral y la mujer no aceptaba que la última hija de los cinco hermanos naciera así. La metieron en un colegio interna y en la actualidad tiene unos 15 años. El matrimonio terminó separándose y mi amigo se fue a vivir de alquiler, es lo último que he sabido de él.
Continúo recordándole, lo que son las cosas. Y más en estos días, que me he roto los ligamentos de la rodilla. Mi amigo es un gran traumatólogo rehabilitador. Lo era, al menos. En fin, me gustaría que me tratase, ver a su hija, que no la conozco, tomarnos unas copas por ahí…
Siempre deseé para él lo mejor. Para mí siempre será un tío de puta madre.
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