Cuaderno azul / 18


Carmen
Recuerdo el dulce sabor del chocolate que preparaba mi madre en las mañanas de fiesta, repleto el plato de picatostes para mojar. Estábamos en familia, todos juntos. Y recuerdo aquellos días que terminaban a su lado, aprendiendo mis primeras letras con la libreta Palau. Nunca olvidaré aquel sabor tan intenso del chocolate ni las noches de letras. Estábamos en familia todos juntos y yo me sentía más segura. Y después del chocolate, íbamos a misa.

Todo ocurrió en un suspiro, durante una noche… Recuerdo que estaba bailando en el Folies Bergère, la gente aplaudía con entusiasmo. Alguien del público se me declaró y yo le dije que nones. Él sin embargo me regaló un anillo de esmeraldas que, pasando muchos años, yo me hacía vieja y me veía en la necesidad de venderlo para seguir adelante… Y entonces fue cuando desperté.

Tengo un amigo que es carpintero, con barba rubia, aspecto de pintor bohemio y acento entre extremeño y andaluz, que tiene la virtud de quitarme las penas. Cierta noche se empeñó –es muy polemista– en convencer a la concurrencia que el sol salía antes en Alemania que en España –Que por eso trabajan más los alemanes que nosotros, insistía. En realidad, quería ligar con mi asistente personal, una chica muy guapa que había estado en Munich. Y no dudó en coger el Espasa para demostrarlo y quedar como un señor.

Me gusta Rosa F porque nunca tuvo casa ni el cariño de sus padres, que tanto aprecio yo. Y sin embargo, siempre cuida su aspecto y lleva arreglado su pelo rubio, tiene una gran autoestima. Y me gusta Pilar B por su facilidad para escribir poesía, que a mí me falta. Viajamos junta por Europa durante un verano y nos conocimos mejor. Me admira su vida de continuo esfuerzo y su afición al deporte, una voluntad de hierro que a mí me falta.

Me gusta, sobre todo, indagar en la vida de la gente.

Odio a N por robarme y por insultarme. Y quizá ella me odie a mí porque la ignoro. Su pelo ralo y un gesto algo torcido en su cara me producen temor. Y al mismo tiempo pienso que es una persona digna de lástima, porque nadie la quiso jamás cuando se necesita de verdad, en la cuna.

Y odio levantarme de la mullida cama. Qué calentita se está ahí dentro, sin temor al frío invierno. Y odio perder el tiempo ordenando cosas porque yo amo el desorden. Pero odio sobre todas las cosas a N, aunque nunca me atreveré a enfrentarme a ella.

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