PALABRAS VERDUGAS
Un leño blanco cuyas estrías lamen las llamas lentamente me mira fijo despejando. El silencio ancestral del rito del fuego.
Aquellos que me rodean buscan encontrar un camino en el conflicto de etnias y xenofobias. Ellos son un crisol de todas las castas y su objetivo: un diálogo para evitar el terror al cual algunos pueblos están sometidos.
El tiempo pesa inmóvil y de tanto en tanto se oye un profundo suspiro. Se dan cuenta de la utopía en que nos hemos embarcado, pero ¿acaso no hubo siempre un principio? Semillas nuevas que la tierra hace brotar y se expanden espontáneas. La palabra debe llegar como el semen al ovario, fecundar el verbo. ¿De qué podrán acusarnos? ¿De formar una secta de la paz?
El mundo despechado ama la violencia; hoy en día la agresividad es un mal común. Las escuelas pueden ser también aprendizaje de delincuencia, las armas un símbolo de poder, la cultura sólo un accesorio de lujo. Tal vez ello nos impulse a ser quijotes pero nos hace sentir mejor.
Llegamos al momento en que ya nada teníamos para decirnos. ¿Qué memoria diferente tendrá el odio del amor?
Lentamente fuimos saliendo de la casa con la sensación de haber aportado un principio de solución justa. De pronto, escuchamos una disputa entre los últimos compañeros en salir. Las voces subían, se escuchó un disparo.
- “Es más fuerte que yo. Odio su raza.”
Las palabras verdugas quedaron prendidas a nuestro asombro
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1 comentario:
La secta de la paz es cada vez más numerosa, yo también milito. Y admite incluso a los que hacen la guerra contra los que provocan todas las guerras, los poderosos de la tierra.
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