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No te lo esperabas y no sabes reaccionar pero el shock ha pasado y comienzas a sentir la desesperación mezclada con sus dulces recuerdos.
De un golpe, aparece el dolor, que te destroza, te parte por dentro. El dolor del corazón más fuerte que ningún otro.
Te encierras en ti misma, das unos pasos hacia atrás hasta chocar contra la pared mientras las lágrimas caen sin parar por tu rostro.
El maquillaje y la pintura perfecta se deslizan por tus mejillas.
Pero tú ni siquiera te das cuenta, apenas percibes tu propio cuerpo y sólo notas el dolor, el miedo que está comenzando a crecer dentro de ti.
Te derrumbas contra la pared y te deslizas por ella hasta quedar sentada con el rostro enterrado entre los brazos y en este momento piensas que lo único que desearías es no tener cuerpo a pesar de que sabes que es una tontería, el dolor está en el alma.
Te pones en pie con esfuerzo sin parar de llorar. Jadeas. Te muerdes los labios hasta sentir el sabor de la sangre mientras ahogas un gemido.
Alcanzas el límite de la extenuación y das un puñetazo en la pared a la vez que gritas de rabia, que sólo sirve para agotarte aún más.
Lloras fuerte porque crees que cuanto más alto llores menos sentirás el dolor y con un último jadeo te deslizas de nuevo al suelo, tu llanto se va apagando hasta convertirse en un sollozo, encogida, con los ojos cerrados, sientes que es algo insoportable, habrías preferido sentir la muerte.
Lo peor de todo, es que ese dolor no es tuyo. Ese dolor lo provoca la seguridad de que le has causado tanto daño que él ya no quiere saber más de ti. Tú eras lo que él más amaba en este mundo y él era el mundo para ti.
El amor se ha convertido en dolor, una muestra del que tú sientes ahora pero, además, el suyo ha derivado en odio y tú no eres capaz de soportarlo.

Pero es que la traición, Lilit, no admite excusa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

será casual el nombre le Lilit o tendrá que ver con el de la primera mujer? si es así, cómo me aburro de desangrar hembras para justificar la profundidad de un mensaje mucho más sencillo, sólo se traiciona uno a uno mismo....

Anónimo dijo...

Muy acertado tu comentario, muy aguda

Anónimo dijo...

desgraciadamente hablo por la experiencia, no hay peor castigo que el que uno se aplica a sí mismo; por eso los imbéciles siguen diseñando armas y cárceles cada vez más sofisticadas, aunque no funcionan y los filósofos siguen yendo a lo suyo sin temor al yugo.A veces me parece que tengo mil años...