Domingo de ramos

Rosa y adredista 0
Estaban un cura, un neoliberal y un libertino discutiendo, como siempre. Como era Domingo de Ramos, el cura tiraba del ejemplo de la pollina que usó el maestro para presentarse en Jerusalén.
—Jesús prometió al dueño de la pollina que se la devolvería al término de la función, porque era pobre —explicaba el cura el evangelio de San Marcos.
Pero el neoliberal no estaba muy de acuerdo.
—La pollina valía más, después de su paseo por la historia con el maestro, que antes. Cualquier cristiano daría hoy una fortuna por un simple hueso del animal, cuanto más por uno de sus descendientes. Los apóstoles no devolvían la misma pollina al campesino. Le devolvían un tesoro. Por un buen negocio cualquiera se convierte y cree en dios.
El libertino también tenía algo que decir.
—¿Qué se paga hoy por un cañón del acorazado Potemkin? ¿O por el fusil de Durruti? ¿O por la mula que montara Mao en la Larga Marcha? Los precios los fija el mercado y el mercado nunca estuvo a favor de los insurrectos. Nada de eso se compra. Lo de Jesús entrando en Jerusalén y en el templo fue una insurrección. O sea, que esa pollina no pudo tener un buen final, como el mismo líder, crucificado al fin. Las reliquias son del caballo del papa. A aquel campesino, la revolución le pasó por encima.
Pero el cura continuó predicando:
—Del glorioso día nos quedan, sin embargo, los ramos de olivo —decía.
—Los ramos, las palmas y un considerable volumen de negocio —añadió el neoliberal. Y el libertino concluyó:
—Lo decís todo vosotros. A los fieles, sólo nos queda beber para ver el cielo.

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