La mierda

Conchi
El modelo GT4 falla. Todo apunta a la pieza de la distribución, que se ha cambiado para este coche. La jefa de Carlos está cabreada. Es la responsable del proyecto y está en dificultades, los jefazos de la Peugeot la están señalando. El GT4 se comenzó a vender hace un año y están llegando demasiadas reclamaciones. Esa maldita pieza no ha resistido la prueba de la circulación. Mercedes Minois está desbordada, le gustaría tirarse de los pelos. Como no puede, quien lo paga son los pelos de Carlos. Más que los pelos, los nervios. Mercedes Minois da unos portazos de susto, molesta a toda la oficina, se descascarilla el yeso de las paredes y hasta se ha fundido una lámpara halógena. Carlos no soporta estos malos modos, esta prepotencia. En el próximo portazo, Carlos se ha levantado de su silla y ha abandonado el puesto de trabajo. Cuando Mercedes Minois llama a su secretario, Carlos no está allí para recibir la llamada. Pregunta por los despachos, pero nadie sabe dar razón. La jefa lo necesita y lo llama al móvil inmediatamente. Se lo encuentra en la consulta de la Mutua, ha ido a pedir algún calmante pues dice estar de los nervios. –Eso es nuevo, tú eres un hombre tranquilo –se asombra la jefa. –La tranquilidad es un tonel de mierda que, cuando se llena, apesta. –¿Y qué lo ha colmado? –Sus portazos, señora, sus portazos. Mercedes Minois se queda pensativa. Ordena a Carlos que vuelva inmediatamente a su puesto de trabajo y, una vez allí, lo llama otra vez a su despacho. –Me están responsabilizando de los fallos del modelo GT4, es lo que me tiene preocupada –confiesa al secretario. –Lo imaginaba, el marrón es considerable, pero usted no es la responsable, recuerde el informe 23/04; en él rechazaba usted expresamente esa pieza que ahora falla y se la impuso el consejo en la reunión del 12 del nueve del 04, aún allí con sus protestas, consta en las actas. –¿Y cómo lo he podido olvidar? –Muy sencillo, señora, porque han pasado cinco años desde que se aprobara el maldito proyecto y porque vive usted desbordada, el trabajo y la vida la desbordan y eso también apesta. Carlos volvió a su despacho y Mercedes se quedó reflexionando. “Este chico está infrautilizado”, pensó. Carlos recuerda como algo extraño el jodido día aquel, era la primera vez que enseñaba los dientes a un jefazo y se había ganado su respeto.

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