Torturas

Conchi
Las peores torturas me las invento yo, en forma de miedos, de preocupaciones. Por ejemplo, cuando pienso en la muerte. Ahora mi habitación se está convirtiendo en una jaula, porque a las cuidadoras les ha llegado una nota que dispone que los residentes tenemos que estar en la habitación a las diez y media. Esto es peor que un castigo, es una tortura, porque ahora viene el buen tiempo y todos necesitamos salir al fresco a sanear nuestros pulmones. Estar en la habitación a las diez y media no es justo ni terapéutico, que se les llena la boca con eso de la terapéutica. Pero las cuidadoras estarán más tranquilas, comiendo pipas con el culo sentado en la silla. Y el residente, jodido. Creo que nos tendrían que dar más cuartelillo. Pero no necesito de ayudas, yo me sé torturar bastante bien. Estoy llena de miedos y preocupaciones. Pensar en la muerte me hace temblar. Pero pensar que le pueda ocurrir algo a mi madre me oprime tanto que la cabeza termina por darme vueltas y tengo vértigos. A ella, a mi madre, nunca se lo digo. Esto sí que es una prisión dura. Los miedos son todavía más mortales que los horarios que nos ponen para hacer pis o caca. Luchar contra el destino inevitable es más opresivo. Se está más solo contra el destino que cuando tratas de luchar porque los horarios sean más flexibles y por hacer pis cuando uno lo quiera o lo pida, como todo el mundo. Comprendo que somos muchos residentes y pocos cuidadores, y a todos no nos pueden dar gusto al mismo tiempo. Lo comprendo y termino resignándome a muchas cosas. Pero cuando tengo miedo, y lo tengo a menudo, no hay resignación que valga.

No hay comentarios: