Un sueño que persiste

Carmen
Cuando era pequeña soñaba con ser bailarina. Siempre me decían los que me asistían:
–Apoya bien los talones, que te vas a caer, que rompes los zapatos por la puntera y dejas nuevo lo demás –desde entonces, todo el mundo se cree con derecho a darme consejos.
–Yo voy a ser bailarina, para que me dejéis en paz y pueda caminar de punta –protestaba yo.
Y toda mi infancia me soñé bailando sobre mis punteras El lago de los cisnes.
Después, cuando me hice mayor y mis padres estaban ya bastante chungos, comencé a soñar que escribiría todo lo que sabía sobre los cojos como yo, paralíticos cerebrales, para ver si con el éxito de mi libro salvaba de la muerte a mis papis. Pero tampoco se hizo realidad mi sueño.
Ahora, lo único que deseo de verdad es pillar un buen bote de la primitiva para pasarme la vida en una piscina climatizada, eso sí, con energía solar. Todavía sueño con aprender a nadar sola. Tal vez lo mejor sea un balneario, que me ayude con estos malditos esguinces. Antes no me gustaban estos lares, pues me veía por siempre llena de chorros como otra madona Cibeles. Ahora, no me parecen tan mala idea.Pero a pesar de todos los fracasos, continúo dándole vueltas en mi cerebro a la idea de escribir lo que sé sobre estos tipos tan originales, los toros sentados con los que he compartido media vida, y publicar mis reflexiones a través de su majestad la emperatriz cósmica, gran señora, doña Internet, para que otras familias no cometan los mismos fallos que las nuestras cometieron cuando nos criaban, sobreprotegiéndonos algunas veces, pero destruyendo siempre con exactitud de alemán nuestra autoestima. Es un sueño que no doy por muerto todavía, por si a alguien le resultan de algún provecho mis reflexiones en Internet, puesto que ella lo domina todo hoy.

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