Verdadera vida

Carmen
Pienso a veces qué hubiera sido de mi vida si, en vez de vivir desde niña sin obligaciones, pero sobre todo sin motivaciones y criada como una inútil, hubiera estado en un colegio y se me hubiera exigido lo que a cualquier otro niño, o incluso en algún sitio más productivo o más eficaz para sacar de mi naturaleza todo lo que pudiera dar de sí, en vez de haber llevado y tener que llevar esta vida tan asquerosa de saltamontes, de residencia en residencia y de grúa en grúa, con todo el mundo que me trata llamándome gorda, y tan absolutamente inútil. Lo pienso, pero ni a soñar con audacia me enseñaron, ya ni me atrevo a soñar.
Cuánto daría ahora mismo por estar en un balneario, en alguna piscina, en el agua, haciendo lo único, o casi, que verdaderamente me gustara, flotar, levitar, sentirme ligera y acariciada.
Pienso que mi auténtica vida, la única que ha sido mía de verdad, la vida que gocé, era cuando estaba en Alicante caminando por la playa, chapoteando y nadando. O mojándose mi trasero, sorprendido por el capricho de las olas y la manía de mi madre de vestirme como a una esquimal... Yo era feliz allí.
Y sigo pensando cuál será el papel de los cojitrancos en este cochino mundo, si somos realmente un alguien o un alien, un complemento de la sociedad o un incordio para todos. Porque nadie quiere ser un cojitranco. Todos queréis ser Claudia Schiffer, esa evidencia de que el resto de los humanos somos otra cosa.
La verdadera vida está en alguna parte que no es mi casa.

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