Cuento infantil

Isa
Érase un niño y una niña que eran hermanos. El niño era el mayor. Estaba al cargo de cuidar a su hermana. Su padre era jugador, o sea, se pasaba el día apostando en el canódromo. Unas veces ganaba y otras perdía. Su mujer era doctora en pediatría, y era muy buena, y la querían por su buen hacer. Tenía buen carácter y mucha personalidad. Su hijo se llamaba Juan y su hija Marisol. Iban al Colegio y eran buenos estudiantes los dos; sacaban buenas notas.
En el Colegio conocían a un chico que tenía un reloj de cadena que hipnotizaba a quien lo miraba, cinco minutos. Ya que estaban en trance, él les hacía bailar, cantar y se les ponían los ojos dando vueltas. Como culminación del acto de magia, les hacía hacer el pino Todos los hipnotizados hacían el pino. Juan y Marisol, que eran muy sagaces, pronto se dieron cuenta de que sólo cuando los chicos traían monedas en el pantalón, el hipnotizador preguntaba con voz teatral Señoras y señores ¿Queréis que nuestro artista invitado ejecute el pino? A continuación, el chico se ponía patas arriba y las monedas rodaban por el piso y todos se lanzaban a por ellas.
Los dos hermanos también cayeron en la trampa: estuvieron cinco minutos hipnotizados. No les gustó nada aquello, se sintieron ridículos y sin el dinero que su madre con tantos trabajos les daba para gastar y que muy pocas veces lograba librar del padre apostador. Se lo contaron a su madre y ella les aconsejó que no miraran el reloj cuando su amiguito lo sacara, para que así pudieran seguir manteniendo su amistad. Así lo hicieron, aunque dejaron de asistir a los actos de hipnotismo, y con el tiempo se distanciaron. Muchos años después, se sorprendieron porque su compañerito hipnotizador era un famoso representante en la Asamblea Nacional.
Algunos aseguran que ha perfeccionado el acto del pino y que hipnotiza con otros métodos desde que perdió su bonito reloj de cadena. Encabeza el comité encargado de impedir que los ahorros de madres como la de Juan y Marisol vayan a dar al pozo sin fondo de las loterías y casinos. Lo que no ha variado un ápice es la manera como da inicio a una sesión de trabajo:
—Señoras y señores ¿Queréis que…

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