Sentada del 26 de marzo de 2009

AMISTAD
MaryMar y adredista 7
Hace muchos años, en mi adolescencia, antes de que apareciesen mis problemas físicos, iba yo a un taller de costura. Allí hacíamos vestidos que nos pedían señoras de la calle. Una de mis compañeras era Pilar y nos hicimos amigas. Solíamos ir al cine juntas. Nos gustaban las películas de amor. Un día Pilar conoció a un chico y empezó a salir con él. Dejó de salir conmigo, pues decía que ellos querían estar solos. Pilar me animaba a que buscase un compañero para salir las dos parejas juntas.
Solución A: No me apetecía salir con ningún chico de los que conocía. Eran compañeros, pero no me apetecía llegar a más con ellos, y poco a poco fui perdiendo la amistad de Pilar. Hoy todavía me acuerdo de ella, pero no demasiado.
Solución B: Entre los compañeros del taller, había uno que me hacía más tilín que todos los demás juntos: Carlos. Era muy simpático y sabía ser cariñoso conmigo. Pero Carlos sólo quería salir conmigo, no le gustaban los cuartetos ni las carabinas. Y así fue como me fui distanciando de Pilar y se acabó nuestra amistad.



LA FUERZA DE LA PALABRA
Laura y adredista 1
Habitación 215, estaba en la cama, triste. El médico le había contado al paciente, con palabras técnicas, algo que jamás entendería sobre su malestar. ¿Qué enfermedad sería esa? No tenía ningún dolor, la angustia que le habían producido las palabras del doctor era más fuerte que su dolencia. Llegué a la habitación 215 y llevaba en la mano la batea con los preparativos necesarios para una inyección intramuscular. Al verme vestida de enfermera y con el instrumental listo se asustó más de lo que ya estaba. Al menos eso me decía la expresión de su cara. Logré tranquilizarle un poco con las palabras oportunas. En los momentos previos al pinchazo, cuando frotaba su culete con alcohol, ya se reía al fin. Entonces recordé a mamá, que siempre me decía: “¿Qué haces para pinchar sin que duela?”
Al terminar con la inyección, y siguiendo mi costumbre, permanecí un ratito charlando con él. Logré aclararle sin mucho esfuerzo las palabras que tanto le habían asustado y salí de la habitación más convencida si cabe de lo que siempre supe: las palabras tranquilas de los sanitarios producen más salud que las medicinas.



LIQUIDEZ
José Luis
El domingo pasado unos amigos pasaron a recogerme y nos fuimos a Madrid. Por el camino uno de ellos, una compañera, se quejaba amargamente de la ONCE. Decía que el emporio estaba apretando las tuercas a sus vendedores, y que a ella le habían subido el mínimo de cupones que tenía que vender en su quiosco de Carabanchel. Y si no alcanzaba el cupo de venta, le cancelarían la licencia en breve. Que había colegas que llevaban trabajando muchos años y veían amenazado su puesto de trabajo por la nueva medida, pues todo el grupo de expendedores de Carabanchel entraba en el mismo saco. Carabanchel es un barrio de gente trabajadora, el paro se ha cebado allí y no todo el mundo puede comprarse un cupón, decía, como lo hacían antes de estallar esta crisis económica tan brutal que los estrangula.
Yo me quedé preocupado, pues pensaba que esta organización, el emporio ONCE, era más solidaria. Recuerdo que en una ocasión a mí me habían echado una mano, permitiéndome vender el cupón, y por eso me quedé más sorprendido. La cobertura de anuncios en los medios, con el rasca y el cuponazo y todo eso, sigue con su presión y uno se piensa que todo es felicidad. Hasta que oyes hablar al que patea la acera y te despiertas y estás estrellado. Eso de que se juega más en las crisis debe de regir sólo para los especuladores de bolsa, que son los que provocan estas crisis. Los camioneros de Carabanchel no tienen para cerveza, menos van a tener para el cupón. ¿No será, como muchos dicen, que la ONCE también se dedica a la especulación financiera y es hoy por hoy la cueva de Alí Baba? ¿O es que la crisis amenaza incluso a ese dios de la liquidez que es la ONCE?

No hay comentarios: