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LA DECEPCIÓN DE CLARA

Clara llegó una mañana al instituto más guapa que nunca. Siempre fue muy risueña, pero aquel día estaba encendida.
–¿Te has cruzado con Brad Pitt? –pregunté.
–Mejor que eso, el Edu está por mí.
–Pero serás zorra.
Me daba envidia. Estaba realmente guapa. Nunca la había visto tan lanzada. El caso es que a mí nunca me gustó el Edu. Y menos para Clara. No me fío de los chicos obedientes. Pero no iba a ser yo quien la desinflara. Clara siempre fue muy legal y muy tenaz, una amiga que nunca te falla.
Y siempre conseguía lo que se proponía. El destino la hizo especial al nacer con una extraña cojera de nombre muy original, artrogriposis, o así. Después de no pocas carnicerías, según me contó ella, andaba con una marcha similar a las ranas, pero era tan guapa que sólo veías sus ojos y su sonrisa. A pesar de sus dedos muy pegados, tenía una caligrafía envidiable y yo me acostumbré a usar sus apuntes. El soseras del Edu también se había acostumbrado a sus apuntes, pero lo que yo nunca pude imaginar es que fuera a encapricharse además de sus rizos rubios. ¡Y si sólo hubiera sido eso!
–¿Pero que te ha hecho? –pregunté, intrigadísima.
–De todo, de todo, de todo. Ayer, en mi casa, que mis padres se habían ido al cine.
–¿Pero de todo? ¡Será zorra!
–Nunca me atreví a soñar un momento así, ni por asomo.
Lo que vino después de esta mañana fue lo que yo temía, tratándose de un pringao como el Edu. Cuando el cerdo de su papito se enteró de que el niño se había enrollado con una chica tan original, le dio dos gritos y no hubo más.
La mañana que Clara llegó al instituto, borrada la sonrisa y su mirada oscurecida, yo no le pregunté nada.
–Edu tiene miedo de su padre – ella necesitaba desahogarse–, me ha dicho que no podemos seguir.
No pude contenerme y lo solté:
–Clara, Edu es un capullo, un perfecto capullo.