Cristina

Rosa
Yo odiaba a Cristina. Era lista y mala como una zorra, nada más que como una zorra. Pero en el fondo también me daba pena, porque yo era más lista que ella y veía a Cristina a merced de su destino, la veía indefensa.
Ella me quitó lo que yo más quería en el mundo. Me quitó a mi novio. No podía cruzarme de brazos. Lo que mi novio me había hecho no tenía perdón. En realidad, era a él a quien odiaba de verdad.
Como conocía muy bien el tipo de mujer que era Cristina, cuando estuve bien segura de que la traición de mi novio se había consumado, quiero decir, cuando mi novio me dejó por ella, manipulé con toda la intención a mi ex hasta conseguir hacer de Cristina ante sus ojos la mujer más maravillosa del mundo.
Así fue como Cristina terminó siendo tan imprescindible para él como su propia madre, que ya es decir.
Y ante Cristina, por supuesto, no me importaba aparecer como la más apenada de las novias abandonadas, alabando incluso a mi ex con tal de que ella reparara un poco y, en su estúpida maldad, se sintiera orgullosa de su conquista.
Conseguí que le durase lo suficiente la emoción de este enésimo capricho, que un capricho era cada una de sus conquistas. Hasta el matrimonio.
No hay como la inteligencia para hacer desgraciados a los tontos. Todavía hoy lo recuerdo y me río, repasando la vida de infierno que vive esta pareja de desgraciados, a los que yo cegué para que no se viesen más que el uno al otro, él un simple y ella una insoportable zorra. Creo que ya no les odio. La venganza me ha curado de eso.

No hay comentarios: