Amanece

Laura y adredista 1
Son las ocho de la mañana y amanece un día tranquilo. El sol naciente añade un color especial a los tejados y fachadas de los edificios. La ciudad está despertando con monotonía. Camino del Hospital de Cruz Roja y muy cerca ya de su destino, la enfermera observa a un grupo de personas, la mayoría desconocidas. Según se acerca va notando el nerviosismo y sospecha que algo grave está pasando.
No necesita preguntar. Enfrente, por una ventana del tercer piso se escapa una bocanada de humo negro. Se oyen lejanas las sirenas de bomberos y ambulancias, esto pone a todos más nerviosos todavía a los espectadores.
Una mujer grita desde el balcón cercano al humo: ¡Mis hijos! ¡Socorro! ¡Mis hijos! ¡Socorro!... Ella misma está en serio peligro. Los bomberos están llegando y ella grita cada vez con más fuerza, la voz rota: ¡Mis hijos! ¡Mis hijos! ¡Socorro!
Mientras los bomberos extienden la escalera, la mujer desaparece entre el humo, pretende alcanzar a sus hijos pequeños, pero no ve nada con tanto humo negro, busca con dificultad las cunas palpando los muebles y paredes ya calientes. El hijo mayor tiene nueve años, es su mejor ayuda para sacar de allí a los dos pequeños. Los minutos se hacen interminables, pero entre los dos logran sacarlos a la habitación de al lado, donde ha llegado el humo pero no las llamas. Entre toses y sin fuerzas caen rendidos al suelo. Se asfixian. Afortunadamente en ese instante llega el primer bombero. En menos de un minuto, toda la familia llora, agradecida, a salvo, feliz. Y todos aplauden, la enfermera con especial entusiasmo.

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