¿Patro, cansada?

Laura y adredista 1
Es difícil vivir en un pequeño pueblo perdido en la montaña, lejos de la ciudad y casi deshabitado. No hay agua corriente ni luz eléctrica. Utilizan candiles y, rara vez, velas. Tampoco tiene escuela ni iglesia ni ayuntamiento ni consultorio médico. Allí vive Patro con su hijo, que ya no es joven.
Patro se levanta temprano, enciende el fuego en la cocina y prepara el desayuno para ella y para el hijo. Siempre desayunan juntos, pero en la comida del mediodía rara vez coinciden. Patro come en la casa y el hijo en el campo.
Los dos están sufriendo con esta situación. Patro vive su peor momento cuando se sienta a la mesa para comer en soledad. Desearía cambiar ese mal rato y no encuentra solución alguna. Piensa en su hijo y sabe que también él lo está pasando mal. No hay mujeres donde escoger ni en el pueblo ni en toda la montaña, la situación se le hace insoportable.
¡El hijo solo, ella sola! Patro siempre fue tan pobre que no pide mucho, su felicidad se vería cumplida con poder comer todos los días en compañía de su hijo. Jamás soñó con la lotería, o con una casa en la ciudad, o con riquezas.
Y nunca se cansa de barrer la casa, de cocinar, de ir a llenar el cántaro a la fuente, que le cae un poco lejos, y mucho menos de coser y recoser la ropa de su hijo y la suya propia.
Hace tiempo que se conformó con hablar lo imprescindible con sus vecinos. Son pocos y cada uno tiene sus propias tareas y preocupaciones. Además la conversación siempre es la misma. Ella ha aceptado con resignación esta vida de pobreza que -dice- le ha tocado de nacimiento.
Sin embargo a Patro, que nunca se quejó por nada, a veces se le oye decir “No hay nada que canse tanto como la soledad”.

No hay comentarios: