El místico

Isabel
De vez en cuando, para escribir, necesito fumarme un porro, para tranquilizarme, pero también para excitarme, y así escribir mejor. Cuando estoy fumada, estoy en éxtasis, lo veo todo muy bonito, todo está opaco, la materia absorbe toda la luz, se alimenta de luz y yo me meo de placer. Los sonidos son imperfectos, o sea, no son normales, se hacen más graves, las voces bajas suenan a órgano. Me embriagan esas voces, me habitan. Sonidos y volúmenes se distorsionan, pero se embellecen. Todo es suave, la piel del chopo es suave, la mesa es blanda, la piel de mi amado es blanda y sedosa, la tierra es un colchón, mullida, acogedora. La vida se me llena de dulzura, se me hace la boca agua besando el aire, besando los cristales de la ventana, besando la tierra, besando la luz del mundo. Me lleno de dulzura en todos mis nervios cada ves que el mundo me huele a porro y me huele a paz. Y es cuando escribo.

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