Las vacaciones más tristes

Conchi
Había ido Logroño con la Frater y me dio por beber, que allí lo que sobra es vino. Yo nunca me sentí mejor que mientras bebía. Me sentía alegre, eufórica, no sé por qué, pero tenía esa chispilla en los ojos que se nota en todos los que están alegres. Y cuanto más bebía, más feliz me sentía, no sé por qué, porque motivos no tenía para estar contenta.
Eso sí, estuve borracha todos los días que duró la excursión. Contra más bebía, contra más borracha estaba, más se me olvidaba todo, no me acordaba de nada del pasado y eso era lo bueno, que se desvanecían los sentimientos y así vivía más feliz que nadie.
Lo peor de estas borracheras fue la resaca, que luego te daba vueltas todo y empezabas a devolver y no podías oír el menor ruido porque todo te molestaba. El estómago se te revuelve y lo vomitas todo, hasta sangre si tienes úlceras como yo.
Pues así me encontraba a la vuelta de Logroño. Me había ido allí huyendo de mi tristeza, después de que muriese mi hermano. Por eso bebía, para olvidar. Y cuanto más bebía más olvidaba, pero luego qué mal me sentía.
Y cuando me recuperaba de la resaca vuelta a empezar: recordaba a mis padres, que se habían quedado deshechos por la muerte de mi hermano, como yo, y empezaba a beber otra vez.
Hasta que vine a Madrid. Recuerdo aquellos días de vacaciones como los más felices y los más tristes de mi vida. Para haberme terminado alcohólica.

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