Sentada del 10 de noviembre de 2011

ADAPTACIONES
Conchi
Cómo le ha cambiado la vida de la noche a la mañana a mi vecina Carmen. Se ha tenido que buscar las habichuelas para poder salir adelante ella sola, sin hermanas, sin hijos, sin padres (porque ya habían muerto), y ahora sin marido.
Rafael, su marido, se fue a comprar tabaco y nunca más se supo. Carmen llamó a la policía preocupada al ver que no volvió en todo el día, y a los hospitales, pero sin resultado. Se tuvo que convencer que estaba fumándoselo todo, también la cuenta del banco, que desapareció.
Ahora, cuando Carmen baja a comprar, le parece que todas las vecinas estamos cotilleando y hablando mal de ella y de su marido, pero tampoco es eso.
Y ha comenzado a idearse cosas que no son. Un día que me lo contó, yo le recomendé un psicólogo, porque a mi hija le había ido muy bien.
Y Carmen ha tenido que buscar un segundo trabajo para poder pagar las dos horas de consulta semanal. Tiene alucinaciones, ve a su marido en todas partes, o sea, que ve fantasmas donde no los hay. Sueña que algún día se encontrará con él, le perdonará y todo volverá a ser como antes. Pero otras veces con lo que sueña es con clavarle un cuchillo y sacarle las tripas si se le ocurre volver a aparecer por aquí.
Cuando le cuenta sus sueños al psicólogo, este le receta unas gotas que la dejan tan relajada que ya no se acuerda de Rafael. Y mucho menos, de que la dejó plantada un día que bajaba por tabaco.


UN TIPO DURO
Víctor y adredista 0
Después de tres meses de pueblo, que me había pasado el verano en Algüera, cuando volví aquí, a la residencia, aquella misma tarde me encontré en la puerta con David.
–Por fin sonríes –me saludó David, casi emocionado y haciendo memoria de mis tristezas–, Macarena sabe tratarte. Vuelves feliz.
–Es que me alegro de verte, David –contesté yo con mi mejor sonrisa.
David es un solitario, un tipo serio y muy duro, la vida lo esculpió en piedra y no gasta sus emociones en tonterías, pero es el tipo más fiel con sus amigos. David y yo crecimos juntos en el INRRI. Yo en aquel colegio echaba de menos a la familia, y eso que mi tío me visitaba casi a diario. Pero David no perdía el tiempo lamentándose porque no lo visitara nadie. Su fortaleza me consolaba y yo quería ser como él.
Algunas veces, cuando venía mi tío a verme, se venía con nosotros. Incluso había domingos que nos íbamos los tres, David, José Carlos, que es otro compañero del cole, y yo con mi tío, mi tía y mi prima. El INRRI está en Vista Alegre y nos llevaban hasta Oporto y más lejos, a jugar en los parques.
Pues desde el INRRI que David, el duro, es mi colega. Con él suelo pasarme las tardes o las noches viendo la tele. Y con él continúo saliendo de paseo, con el que más, ahora por el carril-bici del parque, detrás del CAMF.
Estos años de atrás, cuando yo me hundí, que vivía con tantos miedos y tanta tristeza, David era posiblemente la única persona que me animaba a seguir viviendo. Recuerdo que, en los momentos más negros, el hecho de poder estar a su lado, oírlo o tan solo verlo me devolvía la vida. David, el duro, venía a mi habitación porque sabía de mis miedos a quedarme solo. Y se pasaba muchas horas a mi lado, convenciéndome de que no tenía nada que temer y haciéndome compañía.
David el duro es, posiblemente, la persona que yo más echaría de menos si me meten en la cárcel. David y mi hermana Macarena. Y mi sobrino.

EL ELECTRICISTA
Laura y adredista 1
Benito es un gran electricista, lo conocí cuando vino a casa porque se nos fundían los plomos constantemente y necesitábamos arreglarlo. Llegó puntual a la hora que había dicho, nos saludó muy educadamente y preguntó a mi madre cuál era el motivo de su llamada. Mi madre le explicó que, sin razón alguna aparente, se cortaba la luz cuando menos lo esperábamos.
Yo no me enteraba de lo que hablaban entre los dos, solo admiraba la belleza de su calvicie, le brillaba de forma especial la parte superior de su cabeza. Su voz agradable y la conversación con mi madre pasaban desapercibidas, solo miraba su calva y lo demás me tenía al fresco.
Me preguntaba a mí misma: “¿Por qué me estaré obsesionando con su oronda calva?” Quizás porque Fernando, mi hermano mayor, se está quedando calvo y yo le quiero mucho. No encontraba otra explicación.
Benito se marchó después de solucionar el problema y nos prometió que volvería en pocos días para ver si todo seguía bien.
Mi crueldad es que esos días se me hicieron eternos, porque soñaba con verlo.  Pasados cinco días vino por segunda vez y recibí la decepción de mi vida. Lucía una peluca, que a mi juicio no le quedaba nada bien. Le sentaba mucho mejor la brillante calva de la semana anterior. ¿Quién le pudo aconsejar semejante sacrilegio?

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