¡NO SOPORTO LAS PATATAS FRITAS!

Adredista 2
Mi suegro se conformaba con poquita cosa: unas chuletitas de cordero lechal no muy pasadas, unas pescadillitas de roscar que se muerden la cola, unas croquetitas de bonito, una tortillita francesa de dos huevos… pero, eso sí, preparado al momento por su hija y acompañando con una buena ración de patatas fritas.

De cualquier alimento podría prescindir, pero las patatas fritas eran tan sagradas como... la última voluntad de un amigo del alma que, aferrándose a tus manos con las suyas heladas y con una mirada lejana y vidriosa... va y te pide con un hilo de voz que te preocupes de su esposa, que está con el Alzheimer, de su perrita Cuqui, de sus peces de colores...
Tales reminiscencias de siglos de opresión a la mujer, y en este caso, de mi suegro a su hija Cándida, nos obligaban, domingos y festivos (que es cuando la permitía salir de paseo con su novio) a dejar a los amigos con la palabra en la boca, las películas sin terminar y expuestos a ser atropellado por andar corriendo por las calles para estar de vuelta a casa, en Leganés, a las diez en punto.
Después de que mi suegro pasara a mejor vida –cosa que dudo mucho, porque mejor que con su hija no va a estar en ningún sitio– y después de que nosotros, ya jubilados, no tenemos que estar con hora en ninguna parte, hay una cosa que me sorprende, que no acabo de encajar y que me lleva los demonios, y es que mi Cándida, por extraño que les parezca, mantiene la costumbre de recogerse temprano por las noches.
Una costumbre que me hace dudar de si las patatas fritas no serían más que una excusa para ocultar alguna fobia, como excusas son cuando ahora dice que a los viejos no se nos ha perdido nada de noche por las calles, que a las diez en la cama estés y que al que madruga Dios le ayuda... El caso es que, antes por una cosa y ahora por otras, me ha tenido enredado todo el tiempo y no he sabido qué se ha guisado en la movida nocturna de Leganés ni en la movida nocturna de ninguna parte…
Si en los tiempos que corren, donde la mujer por suerte va pisando más fuerte en nuestra sociedad, veis a un señor de unos setenta años, con pantalones vaqueros sujetos con tirantes y una camisa de franela a cuadros rojos y negros, deambulado por los bares de Parque Sur y al que los vigilantes le tienen que echar por ser la hora de cierre, no penséis que le patinan las neuronas o que no tiene donde pasar la noche... Soy yo, que intento recuperar el tiempo perdido...
De una cosa podéis estar seguros, y es que no me veréis nunca con un plato de patatas fritas por delante.

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