Sentada del 26 de enero de 2012

MINIATURAS XXVIII
Iñaki
Por qué me escucharás
cuando no estoy,
por qué me mirarás
cuando no estoy,
por qué me querrás
cuando no estoy:
yo te quiero,
aunque nunca estoy.


Un vistazo a la vida,
un vistazo a la calle,
un vistazo al fin y al cabo:
calle y vida
van con la misma sonrisa
hoy.


Valor de sinceridad,
valor de emoción,
el valor del ser humano:
ojalá todos fuésemos iguales.


Soldado de la vida:
saludos de la vida,
soldado de la incoherencia,
soldado de la sabiduría,
buen soldado.


Mensajes de la incoherencia,
mensajes de la sabiduría,
mensajes no escuchados,
los mismos que desnudaron
tanta intolerancia.


Al principio del pensamiento
estaba escuchando,
pero no encontré un final
y ya estoy sordo.


La mochila de la vida,
la mochila de la alegría,
una mochila cargada de energía:
la buena vida en una mochila.




DESCONFIADO
Isabel
Le conocíamos en el barrio como el Salamanca y era un impresentable.
A su mujer la insultaba y la ponía verde.
–¿De quién es el Manolito? ¿Quién es el padre?
–Pues tú, mi vida –contestaba la mujer del Salamanca, asustada.
–¡Tú lo que eres es una puta! Eso eres tú. ¿Algún hijo es mío? Si te tiras hasta al taxista.
Ella sufría y lloraba mucho por culpa de su marido, un celoso empedernido al que había dado cinco hijos y un lugar a su lado desde su primera juventud.




BABAS DE AMOR
Conchi
Pascual estaba loquito por Paula. Últimamente ya no podía ni dormir. No hacía más que dar vueltas en la cama hasta el amanecer, pensando en ella. Estaba tan colgado que se le estaba borrando el disco duro. Solo su chica, que no era su chica y de ahí venía el problema, tenía sitio en su cerebro.
Porque Paula no le hacía ni puñetero caso. A Paula le molaba la promiscuidad, es un decir. En realidad, era la chica del instituto, le gustaban casi todos y no soportaba a los babosos.
Para su desgracia, Pascual tenía una foto suya y se pasaba adorándola todo el día como si fuera una virgen.
–Tienes mi foto llena de babas –le dijo un día en el aula, porque le había visto con ella entre las páginas del libro.
–Tú ya sabes que estoy muerto por tus huesos, no pienso en otra cosa –le volvió a confesar Pascual, y no iba a ser la última.
–Pues yo no voy a cambiar, ya te he dicho muchas veces que no nací para limpiar babas. ¿Por qué no te enrollas con María, que ve las telenovelas?
Pero Pascual no hacía caso. Cuantos más desprecios le hacía Paula, más se excitaba su corazón. Estaba más rayado el pobre que un vinilo.

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