Desamor

Rafa
Margarita tendrá ahora unos sesenta años, y si no, los hará en octubre.
Cuando ocurrió todo, ella no era muy alta, tampoco baja, ni muy guapa. Sin embargo, para Antonio era la mejor compañera que ha podido tener ningún varón.
Se conocieron en un comercio de venta de plásticos, allá en Valladolid, llamado “Plásticos Olegario”, en el que Antonio entró a trabajar a los quince años. Margarita ya trabajaba allí de dependienta y, desde el principio, su trato hacia él era muy diferente del de las otras cinco empleadas del local.
Antonio, desde el segundo día, encontró un motivo más para practicar su acostumbrada puntualidad. De hecho, Margarita se convirtió en la razón más importante para volver cada día al trabajo.
Aunque ella le llevaba cinco años, mostraba estar enamorada perdida de él y al menor pretexto dejaban las faenas del día e iban a la trastienda a charlar. Aunque lograban que los meses transcurrieran veloces, no concretaron jamás su enamoramiento: Esa diferencia de edades la llevó A Margarita a interesarse más por el que ahora es su marido.
Para el cumpleaños de Margarita, Antonio ya sabía de ese nuevo amor. Con eso, ni la felicitó ese día. Le dio ese pequeño pistonudo chasco.
Es lo que tiene el amor, que con el tiempo se puede presentar un nublado cuando los pronósticos dicen que hará sol.

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