Furia


Estrella
A María, los chicos no la engañan por guapos, sino por llorones. Se le acercan todos los que tienen problemas, les ha dejado la novia, les ha traicionado un amigo, les han echado del trabajo, les ha defraudado la familia... Ellos lloran y María los consuela, que siempre fue amiga de causas perdidas.
Con Roberto es distinto porque María se ha colgado. Hacía mucho que no le ocurría. Es muy diferente consolar a perdidos en la noche madrileña que dar consejos a alguien que te importa. María tiene mucha experiencia en consolar al triste, pero menos en sacar del pozo a un ser querido.
Roberto no sabe hacerse valer, ese es el diagnóstico de su amiga. En el trabajo, Roberto está amargado, sufre acoso laboral, no ya de su jefe, que también, sino de sus compañeros de la oficina del INEM. No se puede aguantar por mucho tiempo un mobbing sin volverte loco, sin perder la autoestima. Y esto es lo que está viviendo Roberto y es lo que percibe María.
–Defiéndete, Roberto, tú vales más que todos ellos.
Pero Roberto fuma y calla. Y mañana volverá al trabajo y volverá derrotado a los brazos de María.
–¿Por qué no abres los ojos de una maldita vez? ¿No ves que te están destruyendo?
–Ya no tengo fuerzas –contesta Roberto.
Y es cuando estalla la furia de María.
–¡Basta ya! Joder, Roberto, no eres marioneta de nadie. O te enfrentas con esas víboras o dejas el trabajo. Cualquier cosa vale, menos continuar cruzado de brazos y aguantando las bajezas de tus compañeros.
–María, por favor, entiéndeme –suplica Roberto.
Pero María está fuera de sí  y no puede callarse.
–Yo te entiendo mejor que tú mismo –le contesta María– o te enfrentas a ellos o arruinarán tu vida. Y si tú lo puedes soportar, ser un pelele, olé tus cojones, sigue así. Pero yo no lo soportaré.

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