Entre primos



Víctor

Jesús ya no recuerda la causa del rencor tan hondo que sentía hacia su primo. Cruzarse con él por la calle o coincidir en el bar le descomponía. Haga lo que haga el primo Miguel Ángel, a Jesús le incomoda y le ofende. A lo mejor todo comenzó cuando su padre tenía aquellos melones en el prado del cortijo y Miguel Ángel, una noche, se fue con otros cuantos chicos a darse un atracón a costa del trabajo del tío.
El destrozo fue enorme en la finca y Jesús terminó averiguando quiénes habían sido los autores. O se lo imaginó, que a estas alturas, pasados tantos años, ya da lo mismo.
Por supuesto, no le invitó a su boda. Jesús recuerda la fiesta con agrado porque no estaba presente el primo, más que por la felicidad de su mujer Lucía. Pocos días de su vida recuerda que no se estropeasen a causa de la presencia de su primo. Algüera es un pueblo nada grande, hay una única iglesia y se dice una única misa diaria, sin querer coincides con tus enemigos aquí o allá por más que te propongas evitarlo. Coincides hasta en los bares, y eso que hay más que capillas, algunas veces en la feria, en la fiesta de la Batalla, no puedes huir de tu propio pueblo, no puedes huir del destino.
La suerte cambió sin embargo cuando Jesús se enteró de que ahora Miguel Ángel se dedicaba a robar el gasoil de los tractores y a darse algún que otro paseo con coches que no eran suyos. Con un poco de suerte, ya tenía Jesús la manera de deshacerse para siempre del primo.
Le puso en la pista de los robos del gasoil al cabo de los civiles, pero esto era un delito menor que no conllevaba cárcel. El antecedente del robo, sin embargo, permitió que Jesús convenciera al cabo de su autoría cuando el delito fue mayor: el incendio de la dehesa y, sobre todo, la desaparición de la cosechadora de Daniel, un chico que venía a cosechar desde Ávila hacía ya muchos años. El primo Miguel Ángel terminó en la cárcel.
Y desde aquel día, Jesús está desconocido: sale a la calle más relajado y vuelve más feliz. Y no hay malos encuentros en su vida que le amarguen el carácter.

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