MINIATURAS
/ XXXVII
Iñaki
Tierra
de nadie,
tierra
de caminos,
tierra
fértil.
Caras
nuevas, voces nuevas,
comida
novedosa y abundante,
la
misma hipocresía.
Despido
el año
con
el corazón renovado,
despido
el año
con
un abrazo al mundo:
abrazo
al Nuevo Año.
Amanece
el
más bello crepúsculo,
atardece
entre
hojas secas
y
en el anochecer,
un
frío cariñoso.
Andando
estoy
el
camino que me queda,
¿pero
dónde me encuentro?
Un
grito de libertad,
un
grito de vida,
un
grito de felicidad,
gritar...
merece
la pena gritar
la
propia felicidad
y
gritar
¡somos
felices!
Porque
te quiero tanto,
porque
pienso que te quiero tanto,
porque
ni te vería si no te quisiera.
Ellos
no ven
lo
que hay que ver,
pero
yo no estoy ciego
y
veo.
RIESGOS
Rafa
¡Lo
que no hay que hacer para que te den el sobre al terminar la semana!
He compartido mi trabajo en muchas obras con los hombres más osados
y atrevidos, esos que se mueven durante toda una jornada sobre el
filo de una viga de hierro o sobre un andamio, suspendidos en el
vacío sin estar sujetos a ningún medio de agarre: ellos son los
valientes.
Miro
un rascacielos hoy y todavía veo a los mil hombres que lo
construyeron jugándose la vida en lo que se llama tiempos de paz.
LA
OPERACIÓN
Víctor
Que
sepáis que yo estoy en silla de ruedas porque me operaron de los
pies y me dejaron peor.
Antes
andaba con muletas. Tenía un poco torcidos los pies, pero caminaba.
Aunque me caía algunas veces.
David
y yo compartíamos colegio, el INRI (Instituto Nacional de
Rehabilitación de Inválidos). Si alguna vez me caía y David me
veía, acercaba su silla, yo me agarraba y volvía a ponerme de pie.
Y todavía David procuraba alcanzar mis muletas, las ponía en mis
manos y yo volvía a caminar.
Cuando
decidí que me operaba, David no quería.
–No
te operes, que los cirujanos son unos carniceros –me decía.
David
casi nunca se ha equivocado al tomar decisiones.
Después
de la operación, todavía estuve un año en el INRI, pero ya en
silla de ruedas, como David.
Hacíamos
carreras David, José Carlos y yo. Siempre ganaba David, pero nos
reíamos mucho los tres. Fueron buenos años.
Ahora
David es un tipo muy independiente, pero siempre que lo necesito,
está dispuesto a echarme una mano. Cuando mi depre de hace unos
años, David me acompañaba todas las noches, hasta que se me pasaba
el miedo a la oscuridad y podía dormir.
También
iban Gabriel y Conchi a verme. Pero David es como mi hermano, me
observa desde lejos y, si necesito algo, siempre viene en mi socorro.
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